IDEAS SIN CORCHETES NI HOTMELT
De la página editorial de El Mercurio, leo las cartas y las columnas de Squella y Zapata. Pero ayer leí, quizás por primera vez, una editorial. El tema me interesaba. Balance Cultural le llamaron y consignaba la opinión del diario sobre lo que ha sido la política de las artes y sus expresiones (a lo que suele llamarse cultura) durante el gobierno de Lagos.
El tema que me interesa y hace mucho es lo que para el diario es uno de los aspectos en que la actual administración saliente ha quedado en deuda. Se trata de la Ley de Donaciones Culturales.
El mismo decano, quizás sin quererlo, da cuenta de la principal falencia de este cuerpo legal. Se refiere a que su actual estructura normativa no se traduce en un “incentivo como herramienta para invertir en bienes culturales”. He ahí el problema. No se puede pretender que la ley sea una herramienta de inversión si estamos ante una ley de donaciones. Y no me miren mal. No estoy tras una discusión semántica. Muy por el contrario, mi crítica va al fondo. A la forma como se mira el aporte que los actores sociales e incluso el hijo de vecino puede tener en el desarrollo de las artes. Hay una cultura (y aquí pretendo ocupar bien el término) de la caridad frente a las artes. No hay una política de inversión, es decir, un “te doy porque tengo, pero pretendo que hagas algo y nos beneficiemos todos”, sino una actitud de limosnería. Una donación no es más que una liberalidad que puede no tener otro fundamento que el simple ánimo de dar al otro. Incluso simplemente porque no tiene.
El desarrollo de las artes no debiera dejarse al simple capricho de empresas, corporaciones y personas naturales. El apoyo y cooperación debiera obedecer a una deliberada actitud de quien da para que efectivamente su aporte signifique un rédito en cuanto a mejorar el acceso a las expresiones del arte, incentivar la creatividad y permitir tanto aportar a la mantención del patrimonio intangible como asegurar que lo que se produzca no se desvanezca.
Dan trabaja en un banco de Toronto, Canadá. Acaba de ser ascendido y se ha transformado en uno de los gerentes más jóvenes de la firma. A Dan le va bien, o eso parece.
Dan está saliendo con Belinda, y se van a mudar juntos. Ella lo quiere, aunque el gordo no le de mucha bola. Él la quiere, a su manera, claro. A Dan le va bien, o eso parece.
Dan tiene un amigo, Frank, con quien comparte una pasión que puede ser a ratos gratificante, a ratos despedazante. Pero Dan tiene suerte, aunque a veces no tanto. Al final, a Dan le va bien, o eso parece.
Dan tiene problemas con el juego, aunque él lo niegue. Puede ganarse nueve millones en el casino de Atlantic City, nueve millones que puede perderlos en quince minutos. Todo un record, y que, by the way, quedó en la historia de dicho casino. The Dan Mahowny Day, lo llaman. Y no es talla.
Owning Mahowny es la película que vi el domingo en la mañana. Rol protagónico para el tremendo Philip Symour Hoffman, a quien ya le dediqué no uno, sino dos post. Nuestro amigo segundón que hoy ya recibe varios premios por su actuación en Capote y al cual se refería Daniel en un comment de hace unas horas. Se acabó el tiempo del “low perfil” de Philip. No más ratonismo. Vea Owning Mahowny (según el sitio de Blockbuster, no la tienen…). Vea Capote, cuando llegue (en el sitio de estrenos de Cinemark no hay rastro de la película, en fin).
Películas en casinos. Buen tema ¿quién conoce alguna otra?
Tuvimos réplica de parte de José Miguel Villouta en su blog. Y aunque pretendía escribir sobre otra cosa hoy (que espero acordarme de hacerlo mañana), quiero apoyarme de la última frase del post de JMV: “Es una excelente oportunidad para escribir de este tema que tanto me interesa y que tan necesario me parece”. Coincido con él en que el tema es interesante y necesario, por lo que heme aquí nuevamente.
Primero, dejar en claro que mis argumentos los expreso a título personal (tal como lo hice cuando publiqué la columna en julio) y no como director o ex director de tambor. Para que no haya dudas.
La discusión vía blogs se hace difícil ya que cada uno toma frases y muchas veces el sacarlas de contexto distorsionan la cadena argumentativa. Pero haré el esfuerzo por no descontextualizar y por aclarar lo que quiero que quede claro.
El tema desde un principio fue el si a los gays como grupo social que comparte una orientación sexual, se les puede aplicar el concepto de identidad colectiva. Pero partamos de la base que obviamente cada homosexual individualmente considerado, así como cada hetero y los bi y todo ser humano independiente de su orientación sexual, tienen una identidad, pero siempre, como sujetos, identidad propia y única.
Las identidades colectivas se crean dialécticamente de la necesidad de formación de grupos y del deseo de diferenciación (JMV me da crédito en esta afirmación). Y estos son definiciones que se manejan en sociología, no es una parada mía. A partir de esto es que me atrevo a decir que los gays colectivamente considerados, no pueden tener una identidad colectiva propia. Esto porque los gays como grupo no se forman, ellos existen como tales independiente de que quieran juntarse o no (lo que los diferencia de un grupo de graffiteros, que se juntan y forman un grupo porque quieren hacer graffitis). Las feministas (como ejemplifica JMV) se unen porque comparten una forma de pensar y que quieren reivindicar, adoptan una forma de vida, un discurso. Defienden una ideología o simplemente abogan por una causa como es la igualdad entre los sexos o la supremacía de uno sobre otro. Ellas tienen una identidad colectiva como feministas y miembros de un movimiento, pero no una identidad femenina como mujeres que son. Ellas tienen una naturaleza femenina, así como los homosexuales tienen una naturaleza homosexual, con la que ambos vienen de fábrica y que los diferencia por su condición de tales de los heterosexuales y los bisexuales.
Redondeo. Mi punto con la identidad colectiva, es que ésta busca una diferenciación que no existe naturalmente. Por esto el grupo que necesita diferenciarse forma una identidad colectiva. En cambio, los homosexuales son diferentes en su orientación sexual y por ser diferentes intrínsecamente no requieren de una identidad colectiva diferenciadora. Por eso argumento, que la búsqueda de esa identidad colectiva diferenciadora (diferencia que ya existe por el hecho de su naturaleza homosexual) es bizantina, en el sentido de que no es conducente. Creo, humildemente, que es ahí donde JMV yerra al pretender a ratos diferenciar forzadamente al punto de autoexcluirse. Y creo no estar solo en esto. Es cosa de leer los comments que han dejado en la columna de JMV, así como unos muy buenos publicados en mi columna.
Diferente, y también interesante, es todo el tema con los medios, a los que se refiere JMV en su columna. Que tienen que ver más con la conciencia e inconciencia colectiva según la cual actuamos y pensamos. Con nuestra cultura, con nuestras costumbres. La forma en la que fuimos educados y cómo nuestra sociedad ha ido cambiando. Ha esto me refería en julio pasado cuando dije que “El movimiento homosexual usó, en su momento, la provocación para darse a conocer y reivindicar un espacio que no tenían. De ahí que la mayoría de sus manifestaciones públicas se caracterizaran por su exhuberancia y resultaran a ratos grotescas y chocantes para algunos. Eran tiempos de darse a conocer. De que el resto abriera los ojos frente a una realidad. Pero hoy, dicho formato, creo, está un poco trasnochado. La homosexualidad como realidad está instalada en el inconsciente colectivo de gran parte de la sociedad.”
Hoy ya podemos hablar los temas sin necesidad de recurrir a la reivindicación colorinche. ¿Y lo de los medios?. Éstos siempre han pertenecido a los mismos, y si fuera por culpa de ellos, no existiría nadie distinto a lo que ellos pretenden hacernos creer que es la “persona promedio”. Pero sabemos bien, y JMV también, que nuestra sociedad es diversa y heterogénea a pesar de los medios, y que persona construidas bajo el molde de los medios habrá siempre, pero que hay otra gran mayoría que nada tiene que ver con esos estereotipos.
Mi posición frente a muchos temas que tienen que ver con la igualdad de derechos entre heteros y homosexuales las dejé en otras columnas en esta misma bitácora. Por si a alguien le interesa. El país hoy es otro que el de cuando éramos niños. Hoy las cosas se pueden hablar sentados a la mesa con café o cerveza, aunque siempre existirán los gorilas de siempre, pero a esos dejémoslos en el zoológico. Concuerdo con JMV en que el tema es interesante y necesario, y me agrada que en este espacio se pueda dar esa discusión. Al final, quién necesita a los medios tradicionales, aquí todos tenemos el nuestro.
No da lo mismo. No puede dar lo mismo. Cuando converso con algunos amigos que me dicen que no están dispuestos a darle su voto a un candidato o candidata con la que no se identifican, o que los programas son tan similares que se confunden, o que no hay una verdadera voluntad de cambiar las cosas y que ambos son más de lo mismo, no dejo de convencerme cada vez más que aquellas son apreciaciones que tienen algo de verdad, pero que sólo atienden a lo superficial.
Las diferencias entre una y otro son más evidentes de lo que algunos creen. Ciertamente la Bachelet no tiene la prestancia de Lagos ni la labia de Piñera, pero como bien la escuché decir en el debate de esta noche, la verborrea y el emprendimiento, son características secundarias para un Presidente. Prefiero antes la honestidad, la firmeza, pero también la serenidad, la tolerancia y la prudencia, antes que la precipitación y las invocaciones místicas. No da lo mismo. No puede dar lo mismo.
En estas elecciones no sólo elegimos un Presidente, sino una forma de hacer gobierno, una forma de ver el país, una forma de encarar la vida. La concertación representa un bloque que si bien ha cometido muchos errores y otros podrán sentirse desilusionados porque no se han resueltos algunos de los grandes problemas que aun afectan al país, es una coalición que ha hecho de este terruño una nación gobernable y que avanza, donde aun hay tareas pendientes, pero un país que no se ha visto sobrepasado por sus falencias, aunque otros quieran hacernos pensar que vivimos en tierra de nadie donde hay que salvarse como se pueda.
No estoy dispuesto a darle mi voto a la derecha. Eso me viene del estómago. Tiene que ver con los principios y valores que rigen mi vida. No compro aquello de que se trata de una derecha renovada por mucho que su candidato se diga humanista y cristiano, que a estas alturas puede significar cualquier cosa, y mucho más si quien dice ser iluminado por dicho pensamiento obra de otra manera (sino, pregúntenle a la Matthei, a los trabajadores de Lan, y a los mismos de la UDI que hasta hace poco hablaban barbaridades de Piñera). No compro las metáforas infantiles con que el candidato de la derecha habla, como si todos fuéramos una manga de niños que nos alegramos con frases como que la luz entre al gobierno, que una escoba nueva barre mejor que la vieja, que la mano acogedora y las piernas fuertes. No compro a un tipo que no trepidó en hacerse de un negocio de manera artera bajo las faldas de su hermano ministro por esos tiempos. Que miente en su currículo para hacernos creer que es un superdotado que se gradúa con honores. No compro aquello de que la familia es una empresa, la familia no busca el lucro, busca el bienestar de sus miembros. Alguien nos está tomando el pelo. No da lo mismo. No puede dar lo mismo.
Bachelet como persona no me identifica de la manera que lo hacía Lagos. Ella representa una forma distinta de hacer las cosas. Los programas de gobierno si tienen importantes diferencias. Se sustentan el principios completamente distintos. Hay una tradición que identifica a unos y otros y que hace que hoy podamos decir, este es de un lado y este de otro, y eso importa, y vaya que importa. Ciertamente no vemos en estos candidatos el ímpetu con que Hirsch (quizás con más ganas que medidas viables y efectivas) quería cambiar las cosas y que me hizo más de alguna vez pensar en que se puede hacer. Quizás los cambios vendrán de otra forma, más pausados, pero lo que al menos yo no puedo permitirme es hacerme cómplice de un retroceso en nuestro avance democratizador, pensando que da lo mismo. Ambas coaliciones defienden intereses distintos y eso lo demuestran sus historias por mucho que alguno quiera vestirse con ropas mesiánicas recurriendo al facilismo de la alternancia en el poder. La alternancia no es un derecho gratuito, es algo que se gana. Tengo confianza en que tendré un buen regalo de cumpleaños, que podré despertarme ese lunes en que cumpla 27 sin la sensación de que vivo en un país que no conozco. Creo que no estamos para payasadas, por lo tanto, no estamos para payasos. ¿Da lo mismo?. No, no puede dar lo mismo.