Desde el año pasado el 27 de enero se conmemora internacionalmente el Holocausto sufrido por millones de personas durante la segunda guerra mundial. El 27 de enero de 1945 el ejército soviético entraba en Auschwitz, un campo de concentración nazi donde habrían muerto más de un millón de personas.
Durante el 2001 tuve la posibilidad de visitar el campo nazi de
Dachau, un pueblo a pocos kilómetros de München, Alemania. Fue una jornada sobrecogedora, quizás uno de los días más silenciosos de mi vida, a pesar de que iba acompañado por cinco buenos amigos.
Caminar por donde antes se levantaban las barracas donde dormían los prisioneros. Entrar en una cámara de gas donde morían cientos en pocos minutos. Tener frente a uno un horno donde eran cremados los asesinados. Todas esas fueron imágenes tristes y angustiantes. Es inevitable pensar en esos momentos a lo que podemos llegar cuando nos enceguecen las ideas y somos capaces de convencernos de que todo, absolutamente todo, puede llegar a tener una justificación. Aun lo injustificable.
A 61 años de ese día no podemos estar tranquilos. Aun no podemos darnos el lujo de asegurar que cosas como esas no volverán a suceder. Quizás nuestros abuelos nunca pensaron que cosas como las que sucedían en Europa, podrían darse por estos lares. El historia se encargó de demostrarles que estaban equivocados. Es por eso que tampoco podemos darnos el lujo de no decir que no volverá a pasar, urge decirlo, pero sobre todo urge ser consecuentes y que esa convicción se transforme en una actitud. De no olvidar y de no permitir que vuelva a pasar.
Les dejo cuatro buenas películas sobre el tema:
The Schindler List,
Amén,
Escape de Sobibor y
The Last Days.
Les dejo también un pequeño
Slideshow con ocho fotografías tomadas esa tarde alemana de 2001.