Nunca me lo hubiera esperado. Para qué andamos con cosas.
Seguramente después de mi berrinche anti Sixto Parzinger de unos post atrás, creerán que ya no doy ni un solo crédito a los de sotana.Pues me acaban de tapar la boca.
Meine Liebe me hizo llegar esta carta que aparece hoy en el diario La Nación. Una simple carta enviada por el sacerdote jesuita José Aldunate, y que me representa por la simple razón de que está basado en algo más que la Fe. En algo que todos los seres humanos tenemos (aunque no lo explotemos bien) y compartimos: razón y sentido común.
Bien por Aldunate, aunque Parzinger se quiera morir cuando la lea. Veremos si hay reacciones. Ojalá!
Aquí va la carta.
Las parejas homosexuales
La Nación, Miércoles 31 de Agosto de 2005
La legalización de los matrimonios homosexuales y la autorización para que puedan adoptar hijos ha causado conmoción en España. El episcopado católico condenó la legislación y hasta obispos marcharon en una protesta. El problema es delicado, pero nos interesa a todos, porque tarde o temprano llegará a plantearse aquí. Quiero ver la unión legal de homosexuales desde el punto de vista ético y cristiano. Ser homosexual es una condición en que se nace sin responsabilidad del sujeto ni de los padres. Es un ser humano que tiene los derechos inherentes a su naturaleza. Tiene, por tanto, derecho a realizarse lo más plenamente posible.
Ahora bien, la realización más común de todo ser humanos se verifica mediante la unión conyugal. El uno sale de su egoísmo y aislamiento y por el amor descubre al otro y constituye el “nosotros”. A esto se suele añadir la paternidad y la maternidad. El homosexual adquiere de forma equivalente su plena realización (exceptuando la paternidad y maternidad) uniéndose en amor estable y comprometidamente con su comparte.
Mi trato con homosexuales ha comprobado que se da entre ellos más que la simple amistad, el amor comprometido y celoso que quiere ser definitivo y sobre todo el acompañamiento y la ayuda mutua. Es cierto que tales uniones pueden ser más frágiles, pero precisamente lo son, al menos en parte, porque carecen de soporte social. Muchos se sienten condenados o bien al celibato (no teniendo vocación para ello) o al sexo clandestino y promiscuo. Por eso considero legítimo y aun debido que se prepare una legislación que satisfaga sus derechos.
Puede darse una legislación que responda a ciertas exigencias de la pareja homosexual en materia económica, como las herencias. Pero se debe exigir más: la aceptación de la unión homosexual como tal. Se suele objetar el que se la llame “matrimonio”. Es un problema semántico. Creo que la palabra admite significación analógica, que permitiría aplicarse a dichas parejas. Es imperativo que la ley satisfaga derechos naturales a mi juicio comprometidos.
Digamos que en la Iglesia Católica ni el derecho ni la liturgia dan un lugar a los homosexuales. Aquí hemos de confiar en el Espíritu Santo, que inspira las conciencias de los individuos, las comunidades cristianas y la Iglesia en su conjunto, y abrirá caminos de solución para un problema que pide un nuevo discernimiento. Pero la legítima reivindicación de sus derechos no tiene nada que ver con las manifestaciones carnavalescas, burdas y provocativas, ciertamente de pésimo gusto, con que los quieren hacer notar su presencia.
José Aldunate S.J.Aquí un libro del mismo curita.
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