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¿No nos quedará más que acostumbrarnos cada invierno a ver las calles convertidas en ríos irrespetuosos que pasan por donde se les antoja?. ¿Será sólo el clima el culpable de este espectáculo de subdesarrollo?
O no será que el verdadero subdesarrollo está en las cabezas, mucho más ilustradas, de autoridades y empresarios que no trepidan en habilitar cuanto terreno baldío haya, a punta de planes reguladores negociados con inmobiliarias inescrupulosas, que construyen casas de cartón con créditos irresistibles en la desembocadura de un canal que arrasará, al primer invierno, con todo lo que encuentre a su paso.
Pero no desesperemos. No puede estar todo perdido.
Porque así como hay recursos para mover de raíz un glaciar completo y acabar con los todos canales de un valle en la tercera región, me imagino que habrá plata para mover poblaciones enteras y darles a esos ciudadanos las casas dignas por las que pagaron, y el terreno seguro y limpio que vieron en las fotos. Sin temor a que cada invierno un río pase por el living de sus casas llevándose algo más que los muebles.
Al final, lo que la gente honesta quiere es verse tan sonriente como las personas que salían en los trípticos que los convencieron de comprar ahí. En casas de verdad. Nada más.
Si queremos avanzar hacia el desarrollo debiéramos partir convenciéndonos de que las personas y su bienestar están por sobre el lucro. Todos podemos ganar un poco menos, y hacer las cosas un poco mejor. Con un poco podemos comenzar.