No puedo evitarlo, las discusiones como la que
todavía se mantiene en los comments
del post de la PDD, me encantan. Cuando la gente quiere discutir no simplemente para hacer prevalecer su opinión, sino para intercambiar puntos de vista, es uno de los mejores ejercicios que se pueden hacer. Y si a eso se le suma que se trata de un tema interesante, cómo no participar.
Se dio cuando se discutió el tema del divorcio, se ha dado en materia de derechos de minorías sexuales, cuando se habló de la
criopreservación y ahora con el tema de la píldora del día después y el aborto. ¿Cómo se discuten estos temas? ¿Cuáles pueden considerarse argumentos válidos y meritorios para agregarse a la discusión? Bueno, esa es otra discusión interminable, pero lo que me llama la atención es que en estos temas que suelen llamarse "valóricos", cuando la descalificación no hace la merma en el intercambio, normalmente se llega a un punto muerto en que parece no haber salida.
Yo soy de la idea, de que los seres humanos compartimos algo que nos es común a todos -aunque en distintas proporciones útiles, seamos honestos-. Me refiero a la razón. Todos somos seres racionales y por tanto es en ese orden y nivel en que normalmente uno espera que los intercambios de ideas se mantengan. Lo que suele suceder en cambio, es que estos debates suelen ser adobados con argumentos de otro orden, como la fe y su moral.
Cuando la conversación tiene lugar entre dos personas que pretenden compartir distintos puntos de vista y cuyo único fin es "tomar razón" de esa diferencia de criterios, me parece que todo argumento es válido, salvo cuando se trata de infundios. Pero cuando se trata de argumentar decisiones que afectan a terceros, no se puede tan ligeramente invocar la conciencia cuando ésta está basada en criterios que no todos los seres humanos podemos compartir. Creo que en este orden de cosas el discurso racional debiera siempre primar, dejando de lado las definiciones que recurren a verdades reveladas y dogas, fuera de lugar.
De ahí que tengamos tantas diferencias en cuanto al origen y término de la vida, a la naturaleza de determinadas instituciones (como el matrimonio o la adopción) en los que
hay quienes se esfuerzan por conservar las cosas tal como son,
resistiendo a como de lugar el cambio cuando éste afecta sus concepciones y atenta sus creencias. ¿Acaso debe aceptar una sociedad ser regido por la moral de una fe que no profesa? O más bien son esas autoridades las que deben despojarse de sus creencias para que sea el imperio de la razón la que gobierne.
Al menos a mí, cuando
escucho a ciertas autoridades decir que decidirán "en conciencia" como si dicha confesión fuera una garantía de blancura, me tiemblan las piernas. ¿Será posible tanta arrogancia? o ¿estaré yo loco?
Etiquetas: nacional, política, yo