Hace un buen tiempo que tengo la idea de que cuando Chile se ve enfrentado a grandes y sesudas decisiones, quienes las toman ponen especial preocupación y énfasis en echarle hormigón a las cosas, petrificar todo, conservar en formol todo tensión y en definitiva, evitar a todo costo que se remuevan los cimientos de lo que hasta el momento se concebía como norma. Pasó con la sufrida ley de divorcio y hoy le tocó el turno a las políticas de control de la fertilidad.
Desde que se filtraron las decisiones del
Tribunal Constitucional respecto al requerimiento de los diputados de derecha, hubo en principio confusión sobre el contenido y real sentido del fallo (que aun no se publica en sus fundamentos). Todo apuntaba a que estabamos frente a una inquisición buscada por quienes pretenden convertirse en Gobierno en dos años más y fue el propio TC el que
tuvo que intervenir mediante un comunicado para precisar los alcances de sus decisiones y lo que parecía no poder ser peor, lo era.
El TC tiene menuda tarea de explicar lo que nadie acaba de entender. En la práctica se ha declarado inconstitucional la repartición de la píldora del día después en los consultorios públicos, al mismo tiempo de no haberse pronunciado sobre la venta en farmacias porque dicha situación no estaba contemplada en el requerimiento.
Un
grupo de 10 caballeros elegidos a dedo se convierten en los reguladores de la vida sexual de millones de mujeres, impidiéndoles el acceso a un medicamento que cuyo supuestos efectos abortivos no han sido demostrados y dotando a un grupo de células que van camino a implantarse (o no) en el útero de una mujer de derechos como si se tratara de una persona.
Chile una vez más se farrea la posibilidad de tomar decisiones hacia adelante. Según mi viejo, tendrán que pasar unos 30 años para que la fuerza de los cambios comiencen a tener efectos en un país reinado por unos cuantos ancianos beatos y laicos que no tienen problema alguno en abusar del poder que detentan para que el resto de los mortales nos rijamos por su moral de misa de domingo.
El jueves Chile retrocedió décadas, ató de manos a mujeres de todas las edades y dio muestras de que el paternalismo, la prepotencia y derechamente la idiotez gozan de buena salud en un país que lucha por gobernarse a si mismo, mientras sus pro hombres dan palos de ciego intentando transformar a este paisaje llamado Chile en la reserva moral de no sé qué patio trasero. Una (nueva) vergüenza.
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