REVELACIONES CHÚCARAS

Una vez más el tema valórico se instala en los medios. Lectores que escriben cartas al diario sorprendidos e impactados por la inmoralidad de algunas políticas de gobiernos instan a que la presidenta se sincere en cuanto a sus pretensiones en estos temas. En fin. El Mercurio, para no ser menos, publica en Reportajes un sondeo según el cual pretende revelar el perfil religioso de los chilenos en base a una encuesta a mil personas.

Según el sondeo, un 64,7% se declara católico, pero a la vez, más de un 70% de esos católicos estima que su iglesia debiera permitir en uso de anticonceptivos y el divorcio, dos materias en las que la Iglesia ha sido categórico a la hora de oponerse. Católico a mi manera, dicen.

Por su parte, Lavín (nuevo columnista del decano) dice que "los valores religiosos siguen profundamente arraigados en Chile, al menos en el plano de las creencias, aunque cuando llega el momento de llevarlos a la práctica parecen no importar tanto". Eso me recuerda las clases de catecismo que tuve alguna vez, y esos personajes bíblicos llamados Fariseos. En Chile la religiosidad nos dura hasta donde nos conviene. Incluso la toma de decisiones se ajusta a los intereses utilitarios más que a valores. La incoherencia pareciera ser reina.

Lavín remata con la tesis de que los males de este país, pobreza, delincuencia entre otras, tienen su raiz en la carencia de valores como los que inculca el cristianismo, ya que "una familia estable, que transmita valores y se preocupe seriamente de la educación de sus hijos es la principal receta para salir de la pobreza", como si eso bastara. Lo cierto es que mientras el ex candidato cita un estudio del CEP según el cual "nn los sectores de ingresos altos un tercio de los católicos es observante, mientras que es sólo un décimo entre los más pobres", un reportaje publicado el día anterior por el mismo diario expone que durante el 2004 se vendieron 18 mil cajas de Postinor-2 en las farmacias, en cambio en la misma fecha en los servicios de urgencia del país- donde sólo se entrega a las mujeres que hayan sido violentadas sexualmente- se repartieron menos de mil dosis. Intuyo que la realidad en cuanto a solicitudes de nulidad y divorcio, también mostraría que éstas son más demandadas por la clase pudiente. Podría concluirse entonces, que muchas familias de mejores ingresos (supuestamente más observantes) no trepidan en recurrir a la píldora o solicitar el divorcio que la iglesia, en la que creen, condenan fervientemente.

La creencia en una religión no asegura una integridad moral, por el contrario, creo que la reflexión ética es aun más profunda cuando encuentra sus bases en la razón, el idioma común de todos los seres humanos, y no en supersticiones.  La moralidad en Chile no es patrimonio de ninguna clase, menos de un partido, por mucho que haya quienes pretendan ungirse como la reserva moral del país. La pobreza se combate con actitudes y políticas que permitan la convergencia de la sociedad, aunque no todos pensemos iguales, y no imponiendo creencias que se atribuyen valores que son universales

Las familias de escasos recursos necesitan resolver sus problemas primarios, para poder preocuparse de cultivar el alma. Y eso no es un tema de convicciones o creencias, es un asunto de actitudes y acciones. Pero Chile parece más un país de hipócritas, donde un tipo que contrata gente en condiciones miserables, se hacía llamar humanista y cristiano, y quería llegar a La Moneda. Peor aun, había gente convencida de que este tipo era lo que Chile necesitaba, nada menos que el rey de los fariseos.