Good Night And Good Luck relata la dura batalla que dio el periodista
Ed Murrow contra la caza de brujas que llevaba a cabo el senador
McCarthy en los años cincuenta. Murrow no solamente debió lidiar con los fustigamientos del senador, para defender los derechos civiles de los norteamericanos en base a que
"las acusaciones no son pruebas". También debió mantenerse incólume a la presión que los auspiciadores ejercían sobre la cadena televisiva CBS y que amenzaban con cortar los auspicios. Ese eterno conflicto entre editorial y corporación, que tiene hasta el día de hoy sumido a estas dos instituciones en un concubinato que nadie se atreve a regular ni comentar.
Esta película resulta aun más contingente cuando se conversa sobre el rol de los medios y esa, como decía Murrow,
alergia a la información que incomoda o resulta poco placentera, que nos hemos ido construyendo como lectores o televidentes. Las palabras de este periodista no pueden estar más vigentes, aunque haya pasado medio siglo. La televisión hoy está pensada para distraer, eludir, hipnotizar y aislar a quienes la ven. Y quienes dirigen los medios no tienen razones para no seguir por esta senda. La relación editorial-corporación resulta beneficiosa para quienes están en la cabeza de esas organizaciones. Para el resto, sólo nos queda hacernos la idea de que la cosa no cambiará por mucho que lo discutamos en cuanto bar haya. La problemática está más o menos clara. Lo que hace falta es solucionática. Verdadera voluntad de exigir cambios. Lo de
Warnken, por ejemplo, será un anecdota en un par de días. Lo de radio Beethoven ya es parte del recuerdo y suma y sigue.
Al final, las sociedades tienen los medios que se merecen, y quienes se quejan pasan por intelectualoides y de no saber para dónde va la cosa. Porque Murrow tenía razón cuando citaba a Shakespeare y su obra César:
"La culpa, querido Brutus, no hay que buscarla en las estrellas, sino en nosotros".