IDEAS SIN CORCHETES NI HOTMELT
Pero no desesperemos. No puede estar todo perdido.
Verano del 2004. Recién egresado y con una larga lista de “trámites” para poder sacar el cartón de Abogado. Con qué empezar, era la pregunta del momento. Ni ahí con enterrarme en códigos (como lo estoy ahora) en verano. La práctica. Cupo en un pueblito de por aquí cerca. 3 días a la semana (normalmente son 5), con viático (normalmente sólo te dan las gracias), era una one in a life chance (cuando pongo frases en ingles se me hace el blog de Villouta, pero convengamos que el ingles es más antiguo que él, así que evitemos el link). De enero a julio del 2004 realicé mi práctica profesional en la Corporación de Asistencia Judicial (CAJ) polvoriento lugarcete perdido entre Viña y Santiago. Seguro les suena. Casablanca (broma, osea, cómo no lo van a conocer).
La pega era bastante. Tramitar cerca de 170 causas, pero trabajar en un pueblo tiene sus ventajas. Sólo en lugares como ese, pasan cosas del tipo que les quiero contar. Una mañana debía sacar unas fotocopias a unas demandas de alimentos y citaciones a confesar paternidad que presentaría esa mañana. La CAJ tenía “convenio” con una fotocopiadora para que no gastar de mi bolsillo, pero ir a ese lugar me significaba salirme del camino al juzgado, así que pasé a una improvisada fotocopiadora que estaba en la plaza.
Entrabas a una casa. Estaba Gasco a la derecha. Una peluquería a la izquierda y al fondo, un sucucho donde podías encontrar desde panty-medias, rollos de fotos, libros, discos y cachivaches varios dignos de feria de las pulgas. Por cierto, sacaban fotocopias.
Entre algunos cosméticos encontré apilados varios discos de vinilo que el amigo aquí, tenía para la venta. Grandes albumes que han marcado la historia de la música mundial. El disco debut de los Hermanos Zabaleta, o “Canta Español” de Nat King Cole, “Trafalgar” de los Bee Gees, el disco XIV de Chicago... es decir, puro arte. Puaj!. En fin. La fotocopiadora era a carbón, así que era mejor seguir investigando, y fui ahí cuando lo vi.
Entre Cecilia y un vinilo de A-ha (sí, de a-ha) estaba una portada que me pareció familiar. Recordé la película Almost Famous, cuando William Miller hereda de su hermana rebelde, Anita, varios discos, entre estos uno de 1969, que trata la historia de un niño ciego, sordo y mudo llamado Tommy, ópera rock escrita por Pete Townshend e interpretada de manera magistral por The Who.
Qué hacía ese vinilo (doble) en ese lugar. Hasta el día de hoy sólo me queda atribuirlo a una señal de la divina providencia, aunque en ese caso, tampoco sé qué me habrá querido decir. El asunto es que rápidamente verifiqué que no se tratara sólo del cartón del sobre, o peor aun, que dentro encontrara un disco de Quiet Riot o Rick James, pero no, estaban los dos discos, y en perfectas condiciones. No podía ser. Aquí tenía que haber algo raro. Ese no era el lugar para un disco como ese.
Tenía pegado un sticker que marcaba $ 60.000.-. Mi viático de practicante no me alcanzaba, pero trataría arteramente de estafar al lego fotocopiador. Qué sabía él qué era The Who. Quién diantres podía ser para él un tal Tommy. Demás que me lo llevaba por treinta lucas, previo prestamo express del abogado jefe de la CAJ.
- dígame, ¿en cuánto me podría dejar este disco si se lo pago en efectivo?
- Ah! Es bueno ese disco, me lo trajo un amigo de Santiago… a ver…
- Voy a buscar la plata a la Corporación y se la traigo, ya poh’ hágame un precio, así me lo llevo altiro.
- Te lo dejo en $ 4.000.-
Tengo una virtud. Aun en las situaciones más desesperantes, puedo mantener una irritable paz y tranquilidad. Por lo que el orate comerciante no me tomó por sorpresa, o al menos, eso parecía.
- mmm... ok. Me lo llevo
Pagué, tomé las fotocopias y salí corriendo, cual ratero. No fui al tribunal esa mañana. No trabajé. Me sentía como un delincuente. Había timado a un pobre tipo que podía haber dado de comer durante una semana a su, seguramente, populosa familia. Todas mis buenas obras como estudiante en práctica al tacho, después de esa movida infame. Le conté a medio mundo. Llamé a amigos esa misma mañana. Llegué a casa a escucharlo. Comienza con la Obertura. Cero cargo de conciencia. El Tommy, en cuatro lucas. Risible. Bah! ¿quién en Casablanca iba a pagar sesenta mil pesos por un disco de un grupo inglés de los 70?
Mi papá tiene un tocadisco en casa. Pero no pretendo llevármelo a la pieza ni comenzar a frecuentar tiendas del género. En mi casa abundan los vinilos de ABBA, Cole, Quilapayún y Olivia Newton John. Me conformo con saber que tengo ese vinilo doble. En fin. Aun me pregunto como fui a dar, un frío día de mayo, con ese disco en ese lugar. Cómo es que este tipo de cosas pasan sin que uno haga mucho para merecerlas. Cómo es que un par de fotocopias pueden alegrarte el día. A todo esto, el disco suena genial, y hasta donde supe Javier prometió ponerlo en la Noche Concierto uno de estos días. Espero que cumpla, no todos se encuentran el disco en un boliche de pueblo. (Información de última hora: Confirmado este miércoles 10 va el especial de Tommy, o lo que alcancen a pasar de él)
Al comienzo de mi película favorita, se suceden una serie de eventos cargados de mensajes ocultos y mensajes subliminales. Parafraseando a Paul Thomas Anderson... y como humilde narrador de esta historia:
…this is not just "Something That Happened." This cannot be "One of those things..." This, please, cannot be that. And for what I would like to say, I can't. This Was Not Just A Matter Of Chance. Ohhhh. These strange things happen all the time.
Ps. El título de este post no tiene sentido, para Uds. Para mi sí. Es parte de otra historia. Una que aun estoy escribiendo, y que creo, dará para largo.