REVELACIONES CHÚCARAS

Me da una lata extraordinaria hablar sobre los dichos y diretes del affair Schaulsson con el PPD. Me parece que hay un tema de fondo que escapa a la lucha de egos que protagoniza la casta política criolla.

Es fuerte que alguien que estuvo dentro del sistema te diga así sin anestesia lo que todos sabíamos, o debíamos saber si no fueramos tan ingenuos. El poder corrompe y los ejemplos de dirigentes que han entrado al servicio público a servirse y a no a profitar, se cuentan con la mano. Quizás con dos.

Pero el problema no es el poder. El problema no son las leyes poco estrictas, poco claras. El problema no es la institucionalidad débil, ni la necesidad de contrarestar el poder económico del empresariado que mantenía y mantiene a la derecha. El problema son las personas. Y las "manzanas podridas", como gustan llamar los que están adentro a las personas con quien comparten oficina y han sido pillados robando, terminan contaminando todo el canasto.

Los partidos políticos son organizaciones en las que se concentra lo peor de nosotros. El ambición de controlar al resto y creando un resumidero de insatisfacciones personales y donde todos sus miembros, en actos catárquicos y cuasi místicos, se convencen de ser los portadores de la verdad política y la visión profética del bien común. Sin embargo, están lejos de aquello, ya que normalmente sus puntos de vistas son absolutamente ideologizados y por tanto parciales. Intentarán por todos los medios hacernos partícipes de esa forma de ver el mundo, aunque nosotros pensemos de otra manera. Y así funciona el mundo, estamos fritos. Nos queda sólo hacernos la idea de que hay que tratar de pasarlo lo menos mal posible bajo el brazo hediondo de quienes se metieron en la carrera política.

Sería iluso pensar que de estar la derecha en el poder, las cuentas públicas se aclararían y Chile estaría al tope de los índices de probidad administrativa. Puede que los Larraínes no salieron corriendo con maletas de dinero, pero la gente chanta y rasca está en la derecha, en la izquierad, en el centro, arriba y abajo, y no escatimarán esfuerzos en llegar a donde "está la plata".

Hoy todos nos espantamos porque ya es evidente cómo funciona la maquinaria política que reparte billetes cual cajero automático, a punta de peticiones de quienes creen que no se les remunera como debiera, o porque simplemente está la posibilidad de abultar un poco el honorario y así cambiar el auto, o aumentarle unas cuantas pulgadas a la tele. Y da rabia, y es lo único que puede dar, rabia.

Quizás lo único positivo sea que, en una de esas, algunos de los y las rascas y chantas que están en el servicio público, sientan algo de pudor al llevarse lo que ya estaban acostumbrados a hacer. Les de algo de vergüenza hacer ese asado de fin de año que saben que se hacen con recursos públicos, convencidos de que es un derecho mínimo que tienen por trabajar esforzadamente, entre café y cafe, para el país. "Cultura de la corrupción" o llámenle como quieran. El asunto es que la política está con la caca hasta el cuello y nosotros en unos meses más nos olvidaremos del tema y no nos sorprenderá la parafernalia (y por lo tanto, los recursos) que se siguen utilizando para inaugurar un paso sobre nivel. Porque esa es la cara más visible de esa cultura del despilfarro, que no es privativa de ningún sector político, está en todas partes y donde Schaulsson y su expulsión es un diente de choclo. Nada más.

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