Fueron largos 5 minutos, una espera de esas en que no quieres que nadie, salvo una, se te acerque. Pero la puerta se abrió y el caballero al que me había encontrado almorzando un día antes me decía “Rodrigo, la Comisión ha decidido... que puedes hacer con tu vida lo que quieras, que puedes ir a sacarte ese terno, que puedes ir a abrazarla a ella, a tu familia y tus amigos, que puedes ir a sacar fotos dónde se te ocurra, que puedes tirarte en la cama y ver el DVD de Smile, que puedes ocupar ese aparatito para escuchar música que te trajo tu cuñado de su viaje, que puedes ir al cine, salir con quien quieras, tomar, dormir hasta una hora razonable, pensar más en lo que quieres, en vez de lo que debes y que puedes comer más helados y menos habas. Rodrigo, ándate que con nosotros ya cumpliste. Estás aprobado”.
Fue algo así, o al menos, así lo recuerdo, aunque según los que estaban ahí no habló tanto. Yo estoy seguro de que sí dijo todo eso, porque lo escuché. Estoy seguro.Hace unos días leía en otro blog, que el deseo tiene alas, y sí. El deseo te puede llevar lejos y por fin puedo sentirlo. Porque antes la cabeza tenía alas que volaban cada dos minutos en perjuicio de los derechos auxiliares del acreedor, el derecho real de prenda y la teoría de los riesgos, pero ayer, ayer la jaula se abrió. Ayer pude sentir que esas alas se abrían, aunque hoy estoy cansado. No he podido hacer mucho, es el letargo, es la atrofia, porque estas alas, cuando se abren, pesan y habrá que ejercitarlas para emprender el vuelo, pero se viene. Los veo, desde arriba.
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