En mi casa a Verónica Schmidt la llamamos "la mujer metralleta".
Cuando le dan el pase para su contacto desde donde esté sucediendo la noticias, la tipa se larga a hablar como si el tiempo realmente valiera oro. No para, nos marea, sigue y dale y no termina nunca, y repite y lo que podría decirse en tres palabras, ella lo dice en cien. Lo mismo pasa cuando es la hora para que Solavarrieta agarre el micrófono, o haga lo propio Sanhueza -que siempre pareciera que está relatando una final de fútbol- y varios otros noteros de los noticiarios nacionales, de cuyos nombres refiero no acordarme.
Optamos por cambiar de canal si la noticia la va a dar la Schmidt. No hay caso. Si en su momento la moda entre los periodistas del despacho en terreno eran los lugares comunes, un excesivo uso del "todo lo que es", y otras muletillas, ahora la lleva hablar sin parar como si el mundo se fuera a acabar. Decirte de antemano lo que la cuña te va a decir nuevamente, relatar con lujo de detalle lo que estamos viendo en pantalla, y obviamente, repetir hasta el cansancio lo que se dijo hace cinco segundos.
Si trabajara como editor en un noticiario, sentaría a todos los noteros a ver sus despachos en una salita. Reirnos juntos de lo mal que lo hacen e inscribirlos en un curso de oratoria y síntesis. A esta gente no le enseñaron a resumir y analizar sobre la marcha. Cero capacidad de improvisar, sólo saben repetir y repetir. En mi casa también tenemos un equipo especial de detección de Top Five's. Porque cada ranazo que se mandan estos genios del despacho en directo son de antología.
Vaya mi reconocimiento para Davor Djuranovic, que lo hace bastante bien y queda fuera del grupo de
perorateros del micrófono. El resto, a clases!
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