Cuando he visto películas argentinas que se contextualizan en la represión de la dictadura militar de ese país, siempre me ha llamado la atención una cosa. Además de la violencia usada, estos "agentes del Estado" procuran siempre llevarse más de un recuerdo de sus víctimas. Y estamos hablando de relojes, joyas, dinero, candelabros y hasta refrigeradores. "
La Historia Oficial", "
Garage Olimpo" y hasta la reciente "
Crónica de una Fuga" muestran esa característica atorrante de los militares argentinos, no sólo torturadores y asesinos, sino también ladrones y de los de peor calaña.
Acá en Chile, además de no tener cine sobre el tema, la idea de la represión llegaba a la extrema violencia con que actuaban los agentes, sus técnicas sanguinarias de "obtención de información", el odio contra su mismo pueblo que se advertía en las imágenes de protestas, y obviamente la obediencia a la hora de apretar el gatillo diera quien diera la orden. Pero si de algo no se podía acusar a los militares, o al menos no existía esa conciencia colectiva, era de ladrones.
Sin embargo, de a poco nos hemos ido dando cuenta que los nuestros nunca fueron menos atorrantes que los del lado. Seguramente el pelado razo de 17 años que con fusil en mano obligaba a los detenidos a tenderse en el suelo no se atrevió nunca a quedarse con ese reloj que le guiñaba el ojo, pero a medida que el rango subía las apropiaciones hacían lo propio y hoy vemos con rabia unos, con vergüenza otros, como algunos que hasta el dia de hoy son considerados próceres, se quedaron con reliquias históricas, obras de arte, propiedades compradas a precio de huevo y quizás cuánta cosa más.
Como una rata, Pinochet se aprovechó de su posición y lejos de cumplir su palabra, se apropió de bienes de todos los chilenos, traficó armas y quizás hasta droga, como el peor de los dictadores bananeros nuevo-rico, que cuando conocen la plata le brilla los ojos como un pobre diablo.
Un atorrante.
Etiquetas: nacional, política