Este martes se inauguró la versión 26 de la
Feria Internacional del Libro de Santiago. Recuerdo que fui el año pasado y me fui absolurtamente decepcionado, por lo que dudo que vuelva este año.
La verdad es que no le encontré ningún
swing a la versión pasada. La Estación Mapocho era una concentración de stands de todas las librerías típicas, con los precios de siempre junto a los stands de las editoriales que no hacen más que ofrecer los mismos libros. Era un recorrer de puesto en puesto y ver exactamente los mismos libros con trescientos pesos de diferencia. ¿Cuál era el sentido de eso? Me parece un error que hayan stands de librerías. La idea es que las editoriales se la jueguen con novedades y no que intenten a como de lugar, meterme la última novela de la Allende o la última papita de Coehlo. Para eso no es necesario armar una tremenda feria.
Finalmente el objetivo pareciera ser salvar el año en cuanto a ventas en un país que cada vez lee menos, con libros caros, con pocas horas de ocio y con un bombardeo de
best sellers trasnochados. Yo esperaría encontrarme con esos libros que uno no encuentra en las librerías y que las editoriales traen poco, una Feria es justamente para hacer aquello que no siempre se hace. Extraño la importación de revistas de todas partes del mundo y que sólo consigues si alguien te las trae de algún viaje. Grandes colecciones, antologías imperdibles, en fin, tantas cosas que se podrían hacer, pero nos contentamos con reunir a todas y cada una de las librerías que venden los mismos. Honestamente, preferiría ahorrarme la entrada, el gentío y los escolares, e ir a darme una vuelta a Metales Pesados o a la Contrapunto, que harto mejor lo hacen.
Si alguien sabe de algo que realmente valga la pena ir a ver, me avisa. - foto_
chotda.
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