Ayer me condorié. Publicaba una oda a la revista
Paparazzi, mientras en
El Medio Blog se publicaba un post informando sobre el término de la misma revista. Me encanta esto de la información instantánea.
Ahora, el tema, nuevamente es el mercado editorial, la facilidad y lamentable normalidad con que mueren buenos medios de comunicación. Podemos retroceder varios años y hablar de todas las revistas periodísticas que marcaron la agenda alternativa durante el régimen militar, y en democracia la cosa no ha ido mejor. Todo entregado a las leyes del mercado (excluyente en su esencia) ha significado la desaparición de buenos proyectos. Hace no mucho
informábamos que la Telefónica decidía ponerle término a Fibra por exceso de costos. Ahora, la multinacional española prepara
Prende para sus clientes ultra VIP. Lat33, Rocinante y ahora Paparazzi se suman a la lamentable tendencia. El asunto es, como siempre, y ahora ¿quién podrá defendernos? o cómo se levanta un proyecto editorial exitoso y de calidad.
Blank hizo lo suyo gracias a los contactos. Miñano tuvo la buena idea de mezclar contenidos interesantes (que creo han ido decayendo con el tiempo), con una buena e importante cuota de contactos en el mundo publicitario, que le han permitido perpetuarse en los quioscos. No tengo certeza de las cifras de tiraje, suscripciones y ventas de Blank, así que me resulta difícil llegar a conclusiones en cómo influye su éxito entre los lectores, en su continuidad.
Hoy el mundo de las revistas son ligas mayores. Colgar una revista en un quiosco significa enfrentarse a grandes editoriales, grandes no sólo por el tamaño de sus oficinas, sino por los respaldos que tienen. Eso se traduce en buenos equipos de venta, lo que sólo puede lograrse seriamente con una buena inversión. Ahí hay una buena y gran barrera de entrada para todos aquellos soñadores que quieren tener la revista soñada con circulación nacional. Pero esa no necesariamente puede ser la lápida.
Qué pasaría si, haciendo un buen y justo análisis de costos, se llega a una suma que representa la cantidad de morlacos que hay que poner sobre la mesa cada mes o cada dos meses para sacar una revista buena, cuyo proyecto editorial sea capaz de convencer al número de lectores necesarios para que, diviviendo los costos por el número de beneficiados, no nos resulte una suma inalcanzable. ¿Se entiende?
En Chile somos campeones en inflar presupuestos y aumentar costos innecesariamente. Para prescindir de los avisadores (cuyas agencias de medios la mayoría de las veces no se arriesgarán con un proyecto editorial nuevo, sino que prefieren algo mediocre pero conocido), podriamos recurrir a los propios lectores. Muchas veces las expresiones del arte y la "cultura" simplemente no pueden ser gratis. La participación no necesariamente sólo tiene que ver con la colaboración en los contenidos, quizás en estos tiempos, una colaboración mucho más valorada será la financiera, la que permita darnos los medios que queremos. Así funcionan las leyes del mercado. ¿Alguna idea? Se necesita un ingeniero comercial y comenzamos a hablar.
fotos:
sergio recabarren