Es difícil deshacerse de un estereotipo. Hasta hace un par de horas no podía sacarme de la cabeza a la niño-niña Brandon Teena de
Boys Don't Cry, su primer éxito en la pantalla grande. Tampoco puedo evitar verla pegando combos con la boca hinchada por el protector bucal de
Million Dollar Baby.
Luego le perdí la pista hasta
The Reaping, que por mala hizo que la mantuviera al fondo del cajón. Todo eso hasta ahora, que la vi en la comedia romántica PS. I Love You y con la cual di por enterrados todos esas imágenes marimachas y por fin, logra uno verla como la dama que es.
Nada de pelos cortos y calcetines, nada de boxers rojos y ojos en tinta, nada de misterios bíblicos y traumas de niña pseudo abusada. New York y una historia de esas que hacen explotar la taquilla y tenemos a esta actriz oriunda de Nebraska en su mejor momento y con dos Oscar en el bolsillo.
Hillary Swank podrá ser flacuchenta (a veces hasta huesuda) y dientona, pero verla en roles menos sacríficados se agradece. Sobre todo cuando puede desenvolverse cual Carry Bradshaw, sin tener que aplicar temperamentos fuertes, resolver conflictos existenciales o tener que rendirle prueba a medio mundo para demostrar que puede valérselas por sí misma.
Desde hoy me considero un admirador de la belleza que mantenía la Swank oculta a punta de roles complicados, en términos de femeneidad, después de casi 20 años de cine y televisión. Pero quién dijo que 33 era mucho. Nadie. Acá les dejo a nuestra Linda N° 4. -
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