REVELACIONES CHÚCARAS

El domingo, El Merculo publicó un informe hecho por un grupo de ingenieros de la Universidad de Chile (pdf), en el que se concluyó que hubo "premeditación" en las fallas del Transantiago. Una acusación bastante serie y digna de ser analizada, porque aquí se pasa de errores, fallas, negligencia a hablar derechamente de intencionalidad.

Al principio pensé que estos ingenieros podrían no haber medido el calibre del lenguaje usado, porque acá la semántica usada tiene directa relación con el grado de impacto e importancia en la dialéctica del informe. Claramente no es lo mismo hablar de errores que de premeditación.

Seguramente se pensó en aquella acepción que la significa como el hecho de pensar algo antes de ejecutarlo, pero la premeditación tiene otro significado mucho más complejo, comunmente usado, sobre todo en contextos legales. Hablamos de premeditación en la comisión de un delito cuando se ha actuado a sabiendas del mal que se podría o que de seguro se inferirá. Hay un dolo o intención de causar un mal.

Sin perjuicio de que no estamos ante un delito, entender el Transantiago como algo premeditado -repito, como el comun de la gente prodría entenderlo- significaría cambiar absolutamente la forma en que se piensa la institucionalidad chilena. No es lo mismo pensar que tenemos por autoridades a unos imbéciles, en vez de pensar que se trata de tipos perversos. Podrán acreditarse una serie de fallas que hasta un niño de 5 años podría haber previsto o que derechamente todo se hizo como la porra, pero simplemente no logro hacerme la idea de que el diseño e implementación del Plan de Transporte Metropolitano fue desarrollado y ejecutado por gente diabólica. Prefiero seguir pensando simplemente que son unos deficientes e incompetentes.

Las razones por las cuales se tomaron las decisiones que se tomaron y que han tenido los efectos que todos conocemos, se han comenzado a saber. De a poco queda demostrado que se privilegiaron ciertos criterios por sobre otros y que fueron tecnócratas ignorantes de la realidad quienes construyeron un sistema de pizarrón que se vino al suelo como el borrador hace con la tiza.

La cagada ya está y aunque se hacen esfuerzos por encarrilar el sistema, parece que los santiaguinos tendrán que armarse de (más) paciencia hasta que esto ande para adelante. Sin embargo, creo que vale la pena comenzar a darle vuelta a los criterios que se están tomando en cuenta para hacer políticas públicas en un país donde Estado es igual a cuco y a los servicios públicos, de eso, les queda sólo el nombre.

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