El fin de semana conversaba con un querido familiar acerca de la polémica que ha causado entre los porteños, la propuesta arquitectónica que Oscar Niemeyer (
que estuvo de cumpleaños el sábado) donó a Valparaíso para ser concretado en los terrenos de la ex Cárcel.
En un principio, debo reconocer que miré con extrañeza y cierto recelo el proyecto. La razón, nunca he sido un devoto de la obra de Niemeyer (
wiki). Cosa de gustos. Hacerme la idea de sus proyectos futuristas en pleno cerro de Valparaíso no me resultaba particularmente atrayente, pero pensándolo mejor, advierto cierta miopía en mi juicio.
Niemeyer es un artista con un curriculum lo suficientemente abultado como para dudar de su oficio. Podrá uno no estar en sintonía con su sentido estético, de la misma manera que se me hacen soporíferos los cuadros impresionistas, la poesía de Rilke, los libros de Coelho o las canciones de Alberto Plaza, pero sin duda aquello no es más que la opinión de un simple lego, juicio que no tiene más peso que el de mi vecino.
Lo más probable es que el proyecto de Niemeyer se termine concretando a pesar de la oposición de algunos porteños que han alzado la voz, apoyados en argumentos bastante más chovinistas que criteriosos. El que nos neguemos a una propuesta, simplemente porque ésta viene desde más alla de nuestras fronteras, es simplemente desconocer la historia de Valparaíso, ciudad fundada y construida sobre la base de la influencia cosmopolita de un puerto. De triunfar esa idea protonacionalista, de que lo que no sale de nuestros cerros no le hace bien a Valparaíso, será sólo una muestra más de un provincialismo que le haría muy bien al Puerto olvidar en algún bar.
Un proyecto como el de Niemeyer enclavado en uno de los cerros tradicionales de Valparaíso es una medalla, un reconocimiento y un honor. Es la posibilidad de sumar un atractivo más a una ciudad que vive de sus visitas y una llamada de atención para cuatro universidades que han cohabitado la ciudad sin lograr parar (al menos con el ruido de Niemeyer) una propuesta que genere el debate y la discusión de lo que tenemos al frente. Porque si estamos peleando por un proyecto, es porque le va a hacer bien a Valparaíso, y yo, tendré que acostumbrarme a encontrarle sentido a la obra del brasileño, pero con Alberto Plaza si que no transo. Punto.
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