No sé muy bien por qué subo ésto, pero si hubo una noticia que me dolió esta navidad, fue el fallecimiento del hijo de Cristian Warnken. Ayer, mientras iba a la oficina, escuchaba "Mañana Será Otro Día" en la Concierto y donde oficia de conductor Santiago Pavlovic, abuelo de Clemente, el hijo de Warnken. Pavlovic se sinceró al micrófono y confesó su debilidad, cuando muchos lo hemos visto infranqueable entre las balas de algún conflicto bélico. Él prefirió ser honesto y aceptar que la partida de su nieto lo superaba, que no hallaba consuelo y que simplemente no sabía cómo se salía de algo así. Su relato lo escuché sentado en mi auto frente a la oficina y no pude salir durante un buen rato, será que a mi manera viví esa misma contradicción de tan cerca hace ya casi una década. Y hoy leo la columna de Warnken en el diario y me sobrecoge, se me llenan los ojos de lágrimas, recuerdo a la Isabelita y pienso que nadie puede estar preparado para dejar ir lo que no debiera irse. Porque cuando ya hemos avanzado y más cuando ese avance ha sido bastante, uno está dispuesto a dejar ir, uno le encuentra cierto sentido a esa partida, pero ésto, ésto no tiene sentido. No hay fe ni razón que logre aplacar el dolor. Sólo está la resignación y la resiliencia. Duele, sin consuelo.
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Columna de Cristian WarnkenEtiquetas: yo