Por
Jorge me enteré de
este otro artículo que entra a dar detalles sobre un idea que se ha alojado por mucho tiempo en la cabeza de no poca gente: La
Teletón no es más que un buen negocio.
Deben haber pocas cosas menos políticamente correctas que lanzarse en contra de las 27 Horas de Amor con Don Francis a la cabeza. Ya lo hizo una vez el alcalde de Las Condes y le cayó
todo el peso de los Kreutzberger (que no es poco) encima, y eso que sólo se trataba de los colgantes en la luminaria pública.
Una cosa es tirarla así al voleo, pero otra es poner el dato duro sobre la mesa y sobre todo si la fuente es -digamos- seria. Eso es lo que hace
La Pandetera, que comenta que la edición de la revista Qué Pasa del 15 de septiembre de 1995 incluía en un silenciado reportaje, información sobre cómo se repartirían los monton obtenidos, que oh! no irián todos a la Corporación beneficiaria; y por otra parte explica que de un momento al otro, la aparentemente fracasada Teletón supere con creces la meta y fuegos artificiales y llantos desconsolados de alegría, bla bla.
Con el beneficio de inventario que se merece -ya que no tengo dicha edición a mano- se informa que del total de lo recaudado:
- un 30% costea terapias
- un 30% construcción de nuevos centros
- un 10% iría a la agencia de publicidad encargada de la campaña del año siguiente
- un 25% iría a pagar a los rostros y artistas que ponen el toque farandulero al show y la campaña
- un 5% iría directo al bolsillo de Don Francisco.
Parecen haber razones suficientes que explicarían por qué un reportaje del género no ha tenido la repercusión que debería. Atacar a la Teletón es un pecado mortal que se paga con las peores penas terrenales y espirituales. Yo tengo mis reservas respecto a la iniciativa. Valoro que un país se movilice con una causa, lamento que tenga que hacerse con la parafernalia que se hace, lamento que otras instituciones tan o más importantes no tenga un Don Francisco, aunque me atrevo a decir que no le iría nada de bien a quien tratara de quitarle algo de protagonismo a nuestro evento oficial de solidaridad. Algo huele mal hace rato durante estas 27 horas, las que no me perdía cuando chico, incluso trabajando más de 20 horas en el Banco Chile del centro de Viña, pero que hoy miro a la distancia y cada vez sintonizo menos.
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