Y El Merculo lo logró. Después de tener de cabeza seguramente a varios de sus periodistas, encontraron en una página web a un cura que hablara desde el otro lado de una trinchera que ellos mismos han construido. Las palabras de Monseñor Goic y la postura de la Iglesia tomaron por sorpresa a loa católicos liberales que pensaban que con el diezmo tenían ganadas las puertas del cielo. Pero ahora resulta que no basta con golpearse el pecho tres veces, el cura Gatica pasó de moda y lo que se les pide a quienes les va bien, es que abran un poco la mano y hagan participar a sus empleados de dicha bonanza.
El decano publica
una columna de opinión de Robert Sirico, presidente del
Acton Institute, un especie de think tank con sotanas y cilicios que promueve el liberalismo económico desde el púlplito, tal como lo hace Bardón desde la página 3 del diario.
Haciendo gala de una retórica en que la casuística termina por acomodar la realidad al planteamiento teórico que se intenta imponer, el cura sostiene que entre menos normas, más personas trabajan, postulando que
"lo que el salario mínimo hace no es más ni menos que hacer que sea ilegal para los empleados aceptar un contrato de empleo por menos que un piso de precio establecido". Pobres empresarios, que lo único que quieren es ayudar a la gente.
El cura remata con un poético discurso en base a que "la belleza de los medios no coercitivos de negociar sueldos es que dependen del consentimiento humano, de la cooperación y la aprobación voluntaria. Esta es la forma humanitaria de subir los salarios". Cómo se nota que el amigo acá no le ha trabajado un peso (formalmente) a nadie. Nuevamente vienen con esa cantinela en la que se explican los fenómenos económicos a punta de cita de libro de Economía, cuando la realidad es bien distinta según, vemos, oímos, leemos y algunos incluso, viven. Cuando Dios es el empleador, claro que pueden decirse estas cosas sin arrugarse.
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