Hay que ser muy cara de raja. Y a
Sebastián Piñera la cara le sobra.
Hoy se despacha
su opinión en El Merculo, respecto a la quitada de piso que le hizo su coalición frente al tema del voto de los chilenos residentes en el extranjero, tema que él se había comprometido a apoyar durante la campaña, incluso frente a parte de la colonia chilena en Suecia.
Piñera, obviamente, le echa la culpa al Gobierno del fracaso de la moción. Y sin siquiera arrugarse expone cómo el apoyo al proyecto de ley estaba incondicionalmente ligado a "en establecer un sistema electoral libre, limpio y transparente y terminar con la abusiva intervención electoral". Frente a esa petición, uno podrá pensar que en Chile aun se producen fraudes electorales, en los que votan los muertos, se pierden las urnas y se hacen escrutinios a puertas cerradas. Sin embargo, Chile puede fanfarronear de tener uno de los sistemas más eficientes del mundo ¿en qué lugar del planeta uno va a votar a las 11 de la mañana y a las 17 horas tiene Presidente electo?, pero no, la derecha se refería a la intervención electoral a través del uso de dineros y propiedad fiscal para hacer campaña, asunto que recoge
el proyecto de ley ingresado en diciembre de 2006 al Parlamento y que entre otras materias regula la intervención electoral (letra i).
Los parlamentarios tienen la posibilidad de regular prácticas absolutamente condenables del Gobierno, sea del color que sea, porque evidentemente no se puede permitir que dineros de todos los chilenos sean utilizados en beneficio de los intereses políticos de algunos. Sin embargo, y sin minimizar el hecho de que se requieren medidas nuevas, actualmente son conocidos los casos que se ventilan ante tribunales y las investigaciones que realiza la Contraolria y que se relacionan con la intervención electoral, es decir, instrumentos fiscalizadores existen sin perjuicio que deban perfeccionarse.
Lo delicado del tema, es cómo la derecha utiliza un tema que nos interesa a todos, para condicionar otro que claramente a ellos no les favorece. Lo cierto, es que la derecha está convencida que los miles de chilenos que viven en el extrenjero, de votar, sepultarían las pretensiones de asumir el poder en las próximas elecciones. Juran que los residentes afuera son exiliados que se encargarán de devolverle la mano al sector político que concomitó con el Gobierno que los expulsó del país. Sin embargo, sabemos que hoy muchos de los chilenos que permanecen afuera, ni siquiera habían nacido y al menos yo, no encuentro razón para que su condición de chilenos sea limitada en cuanto a ejercer su derecho a voto.
A Piñera y su coalición se le podría aplicar perfectanmente el adagio jurídico que él mismo usa en su columna "a confesión de parte relevo de pruebas". Demostró que su sector hace política mezquina que busca resquicios y excusas para no tratar temas de fondo, los que se traducen al final, en que un buena proporción de chilenos lo sean sólo a medias.
Insisto. La derecha está cavando su propia tumba política. Ahora tienen la desfachatez
de venir a exigir "un nuevo trato". Es cosa de revisar la prensa, ver las noticias desde que asumió la Presidenta ¿cuál es el trato que han tenido ellos? y ahora vienen a pedir guante blanco. Hay que tener muchas patas.
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