Impresentable. La batahola que se ha generado a propósito de la exhibición de la serie animada
Popetown (o Papa villa) de MTV da para programa de Núñez. No ha pasado ni un mes de la censura que se hizo al programa Epopeya de TVN en la que no hubo político que no se subiera al carro de la Libertad de Expresión, y ahora con una cara de palo que sobrecoge, excelsos especímenes de nuestra casta política tienen la desfachatez de venir a solicitar se prohiba que moros y cristianos veamos la famosa serie.
Yo no tenía interés en verla. No soy mucho de monitos (léase Simpsons, Southpark, etc) pero me parece imprensentable que este país siga siendo escenario de medidas fascistas (porque ese es el nombre) que pretenden tratarnos como niños analfabetos que no somos capaces de decirir qué ver y qué cosa tomar en cuenta o no.
Para los solicitantes de la censura, la serie ofende a la Iglesia y sus integrantes. Puede ser. Pero ellos tienen otra arma, mucho más digna para enfrentar dicha ofensa: el control remoto. ¿Parecería lógico que alguno de los muchos grupos que han sido denostados por la Iglesia tanto en el púlpito como en los medios, solicitara la prohibición de la celebración de la Santa Misa porque en ella se ofende el honor del grupo y sus integrantes? No, en absoluto.
Día a día nos enfrentamos a cosas que nos repugnan, que nos ofenden y que nos agreden, pero uno de los costos de vivir en una sociedad libre es el tener que convivir con quienes no piensan como uno y están dispuestos a expresarlo, aunque sea de forma sarcástica y ofensiva. Está en poder de uno el rebajarse a ese nivel o simplemente preocuparse por cohesionar el grupo entorno a los valores y principios que los inspiran.
La prohibición nunca va a ser la solución a las cosas. Si algún particular no está en condiciones de aceptar el agravio, exiga responsabilidades, pero no priven al resto de algo que sólo puede llegar a afectar a unos (y digo eso, porque creo que a la mayoría de los católicos le interesa bien poco algo llamado Popetown). Aquí hay gente con tejado de vidrio y abolengos prestados que se las da de beato para entrar en gracia con ciertos sectores, cuando si se dedicaran a plasmar el legado de la doctrina a la que adhieren otro gallo cantaría en la vida de ellos, y seguramente en la de nosotros. -
Nota en Emol.
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