Benedicto
se las mandó el otro día con su cita de un emperador romano del s.XIV. Luego se informó que además de muy
afligido por las consecuencias de su "clase magistral" en Ratisbona, también estaba molesto porque se le habría descontextualizado.
Es a propósito de esto que recuerdo a quienes se preguntan si acaso la Iglesia no puede opinar sobre los temas contingentes en los que tiene interés. Y claro que puede opinar, el tema es que si opina debe hacerse cargo de sus opiniones, y lo que es más digno de la investidura que llevan, deberían pensar dos, tres y más veces las cosas antes de decir. Mal que mal, se trata del representante de Jesucristo en la tierra, lo mínimo que se le puede exigir es templanza e inteligencia, más cuando los dichos no son fruto de un interrogatorio periodístico en que muchos investidos muestran la hilacha con declaraciones poco atinadas. En este caso, el Papa habla cuando quiere y como quiere, por lo que, tiempo para medir sus palabras hay de sobra.
Se excusó diciendo que se le había malinterpretado, que él no tenía la intención de ofender, como si eso lo exculpara. La ofensa no está en quien dice sino en quien escucha. Lamentablemente todos interpretamos las cosas como queremos o podemos, por lo que el daño (absolutamente evitable) está hecho. Viene en un momento sumanente inoportuno y es absolutamente gratuito. Hay miles de formas mejores de "recalcar la necesidad del diálogo entre las religiones".
Sí, la Iglesia puede opinar sobre lo que quiera, pero su investidura la obliga a ser más cauta y sensible que lo que puede ser un simple ciudadano que opina muy suelto de lengua en una bitácora cibernética. La nobleza obliga y el Papa se equivocó, como también creo que lo ha venido haciendo la curia criolla. No en vano el famoso dicho "al César lo que es del César".