Este texto fue escrito y pegado en la pared de la Escuela de Derecho de la PUCV, por allá en 1997, creo. Nueve años después parece que nada ha cambiado, se repiten nombres, se repiten marcadores, se repite, todo se repite.
(léase con beneficio de inventario)
"Ya ha pasado un buen tiempo y creo que en parte hemos superado la frustración e impotencia de haber sido víctimas de una goleada de proporciones ante la oncena gaucha en la primera fecha de las eliminatorias mundialistas. El dolor subsiste a pesar de haber ganado cinco sillazos a cero en el tenis.
Superado el trauma y frente a la próxima fecha que se nos viene ante nuestros “hermanos” peruanos, es necesario buscar a los culpables de la derrota y marginarlos de frentón por todo el proceso de eliminatorias.
Culpables: ¿el entrenador?, ¿la ANFP?, ¿el PSN?, ¿el IPC?...
Culpar a Nelson Acosta sería lo más lógico y también lo más fácil, o porque no llamó a formar parte de la selección nacional a quien debía, o que no hizo los cambios que debía, o que no tiene liderazgo, o que gana mucha plata, o que es uruguayo, cualquier cosa. Lo cierto es que ¿a quien más iba a llamar a la selección? ¿se podría haber revertido el resultado si se hubiesen hecho buenos cambios?, quizás... pero si se hubieran podido hacer once cambios.
Los verdaderos culpables del desastre del Monumental de Núñez, son los chilenos y no sólo los once que entraron a la cancha, sino todos, yo, tú, el que está a tu lado, ese otro también. Somos culpables por “jugar” a algo para lo que no somos diestros. Los chilenos podremos tener excelentes poetas, grandes héroes, un ejercito vencedor y jamás vencido...¿?, pero, ¿buenos jugadores de fútbol?... somos secos para los abordajes, las tomas de morro y las defensas de la concepción, pero ¿para la pelota?... Los buenos jugadores chilenos se pueden contar con la mano, incluso con una, pero excepciones hay en todas partes.
No somos buenos para el fútbol, más bien dicho somos malos. Un ejemplo. Si le pasamos un balón de fútbol a un jugador chileno, este podrá estar dominando la pelota por dos días y seguramente terminará en el libro de los record guinness, pero si se la pasas a un argentino ( o un brasileño, un italiano, un inglés) este estará una semana con la pelota y dominándola con el pie (izquierdo y derecho), con la cabeza, con el hombro, con la pierna, con la otra, con la mano, con el pecho, con cualquier cosa, terminara relegando al chileno del guinness y de paso ganará un mundial.
No somos buenos para la pelota. Somos una mezcla de mapuches y españoles. Nuestros indígenas nunca vieron una pelota de fútbol, para la chueca le pegamos algo, pero para el fútbol no. Los españoles dicen ser buenos pero en realidad en sus equipos proliferan los extranjeros miembros de la UE que no les ocupan cupos de extranjeros (sino miren al Barcelona), o sea no tenemos por donde.
En resumen no tenemos dedos para el piano o pies para el fútbol, somos flojos, no metemos la pata (no nos vayamos a pegar), caminamos en la cancha (no nos vayamos a cansar), no queremos tocar la pelota (no nos vayamos a equivocar), pero somos los primeros en ir a pedirle la camiseta al mejor del otro equipo. Nuestros jugadores son buenos para la fiesta, el trago, para la droga. Jugamos por plata, decimos ser profesionales pero... Queremos ser futbolistas para no tener que ir a la Universidad, para tener un tremendo auto que apenas sabemos manejar, para salir con modelos y ser invitados al Viva el Lunes para contar si nos va bien o cual es la última polola.
No hay cultura futbolera en este país. No vamos al estadio, no, es mejor verlo desde la casa con una cervecita heladita en la mano, mientras los niños en otros países juegan en cualquier parte, aquí no dejamos a los cabros chicos jugar en ninguna parte, porque o pueden romper algo o pegarle a alguien, nos encanta celebrar los pocos triunfos, pero terminamos rompiendo la ciudad entera, estamos una hora eligiendo equipo para empezar a jugar la pichanga y todo se termina cuando el dueño de la pelota se pica y se va con el balón.
Así, aunque alguna vez le ganemos a Argentina o a Brasil o a cualquiera, aunque esté Bonvallet, el rabino y Milton Millas en la banca, aunque Clarence Acuña se corte el pelo, nunca vamos a ser campeones del mundo. Repito, excepciones hay en todas partes, pero una selección nacional no se hace de excepciones".
foto_
kennojc.