El cine argentino tiene una fórmula patentada ya por la costumbre. Prácticamente todas las películas de la última decada tienen ciertos signos que la caracterizan. Fórmula probada, fórmula exitosa.
Derecho de Familia (2006) no es la excepción.
La ciudad de Buenos Aires es el escenario perfecto para una película urbana de inmigrantes que se las baten con la burocracia trasandina para contar finalmente una historia de amor, de esas que a uno le gustaría tener, y una historia de familia, de esas que uno tiene al fin y al cabo. Por eso este nuevo cine argentino llega y toca. Aunque estés lejos de la realidad de los personajes, de una u otra forma logran transformarte en argentino, hacerte conocer las picadas del centro donde comerte un pebete, saber con quién y dónde hay que hablar para conseguir las cosas. Saber cuándo callar y como lograr una buena excusa para enganchar con esa niña que común y corriente tiene todo lo que querrías en una eventual novia. Estos pibes la saben hacer.
La cinta relata la historia de un padre e hijo descendientes de judíos, dedicados, cada uno en su estilo propio, a las leyes. Los Pelerman son doctores (como suelen decirle allá a los abogados), el padre, de los de calle, tribunales y cafecito con facturitas. El hijo, Ariel (
Daniel Hendler) es funcionario público, engrupido con la justicia, hace clases y no sabe muy bien para dónde va. O al menos eso cree.
Una historia simple de amores y papeles que echan edificios abajo, una historia de padre e hijo, de hombre y mujer, y de padre e hijo nuevamente. Excelentes actuaciones, entretenidísima y absolutamente recomendable.
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