REVELACIONES CHÚCARAS

A pesar de que la idea del matrimonio se me da como algo muy lejano, incluso improbable (aunque me gusta escupir al cielo), cada vez que voy a uno hago el ejercicio de ver qué cosas haría o no haría si las campanas llegaran a sonar para mí alguna vez.

Digamos que no soy un experto. Conozco gente que realmente tiene post títulos en asistencia y análsis de misas y fiestas, pero como este blog tiene poco de serio y trascendente, vale la pena jugar.

Honestamente creo que las misas deben ser cortas. Para los que no creemos, una buena prédica es más valiosa que dar la paz, repetir salmos y escuchar lecturas y peticiones, peor si hay que contemplar cómo los viejitos forman eternas filas para comulgar (cosa que perfectamente podrían hacer al otro día en su eucaristía dominguera). Menos es más, y aquí se aplica perfectamente. El arroz a la salida ha dado paso a los pétalos de flores, e incluso a las burbujas, lo que encuentro bastante novedoso, pero la novedad peca de poco práctica, ya que la gente tiende a soplar el anillo detergentizado más fuerte de lo que debería (seguramente por la euforia), y al no formarse el globo no hayamos mejor cosa que soplar aun más fuerte, pensando que la violencia soluciona las cosas. Resultado. Cero burbuja y todos pelando al de la idea.
Ya en la fiesta, hay mucho material para comentar. En Argentina la entrada de los novios y de la comida (sí, de la comida) son un show en sí mismos. A mi me da pudor cuando veo a los novios hacerse las estrellas de cine, o a los mozos como si estuvieran en un matrimonio hindú o griego (dónde las exquisiteces creo que justifican la parafernalia), una entrada de novios sobria con un buen y siginficativo tema debería bastar.

En cuanto a la comida, mis mejores experiencias son aquellas en que el cóctel está servido en las mesas. La gente llega y mientras se sirven tragos de aperitivo, los con hambre pueden estirar la mano y hacerse de los vernáculos que decoran la tabula. Así uno se evita los paseos de tipos y tipas ofreciendo cuanta masita hay, y en que los "gracias" terminan rápidamente siendo cambiados por "no, gracias". Más vale un mozo con vasos vacios que con platos llenos. La cosa se soluciona asignándole a un ágil un par de mesas y cuando los platos comienzen a tener exceso de blanco, se repone. Punto. Evidentemente a los matrimonios no se va a comer así como para hacer ayuno, pero una comida contundente es siempre agradecida por la cada vez más generalizada juventud buena para el frasco. Un menú rico en carbohidratos y proteínas le ahorrará a los anfitriones más de algún bochorno de ese primo algo excitado por esa prima que no veía hace tanto.
Definitivamente no entiendo los presentadores con acento argentino o como si estuvieran en una barra brava. Se parecen más a los cuervos de I-Sat que otra cosa. Y peor cuando "invitan a los novios a bailar el Walz (Vals). Nada peor que la versión de Andre Riú. No hay nada más plástico ni envasado que eso. Afortunadamente algunas parejas han optado por otros temas, como Frank Sinatra. Recuerdo un amigo que programó el tema At Last de la Etta James. Se me erizaron los dedos con la letra, con el contexto, con sus historias. El cliché da paso a lo esencialmente significativo y eso se agradece. Busque temas, los hay para bailar con la pareja. Peor cuando nadie, pero nadie, sabe bailar Vals. Esos aires europeos no huelen bien.

La música, creo, es una de las cosas más importantes, así como complicadas. Me niego a pensar que si llegara "el momento", me viera obligado a bailar el ultra repetido Galeón Español, o dar falsas palmadas a la tía chocha, con Daddy Yankee de fondo. Prefiero pensar que los invitados lo van a pasar bien si yo lo paso bien, y mal que mal, es mí fiesta. Hace no mucho fui a un matrimonio donde brillaron por su ausencia todos esos temas con rezagos de año nuevo. Toda música muy bailable, pero con onda. Reflejaba perfectamente el estilo de los novios y los viejos bailaban a pata suelta desde Siouxsie and the Banshees hasta Emociones Clandestinas. Fue una tremenda fiesta. No hace falta ser Sergio Lagos para atreverse a colocar la música que a uno le gusta, ese placer culpable que se baila con los amigos y aquellos temas que tienen para uno un significado importante porque fueron parte de una época. El resto, que se dedique a bailar. Ojo, la nueva moda: Cueca. Otro acierto y me parece bien la opción patriótica, aunque sea para la risa.
Las performance han logrado sorprenderme. Mi hermano contrató una Estudiantina (mi cuñada tenía ascendencia española) y hace poco me tocó una mini batucada, pero de las buenas, cuatro tipos brasileños que hacían más ruido que todo el team mekano y que se dedicaron a animar la cosa dejando a todos despeinados. Un acierto, pero cuidado cuando el novio se las da de Lucho Jara y termina sólo emocionando a la novia, o cuando la novia pretende rememorar su años de bailarina y terminamos todos a su alrededor para que pase desapercibida. Mención aparte para los matrimonios de colonia. Ahí todo tipo de show está permitido, se justifica, hay un cuento y la mayoría de las veces, hay tanta dedicación que uno termina convencerse del viaje a las Mil y Una Noches. Con la pricesa Jazmín y todo.

El Bar es fundamental, para desinhibir a los acomplejados, para avispar a los lentos, para ablandar a los cortos de genio, para limar asperezas, hacer nuevos negocios e invitarse a las próximas vacaciones del primo. Pero no preste plata. Fatal si se acaba el trago "bueno" y uno se ve en la obligación de mezclar. Ese es el inicio del fin. Cebada y uva son irreconciliables juntos y terminarán por convertirlo en molestoso, impertinente o simplemente siendo sacado por los amigos por tratar de decirle a la novia lo mucho que la quiere. Pida a concesión el trago, más vale que sosobre a que fafalte. Luego cambie la tostadora repetida por un par de Jack Daniels, nadie se va a enojar.
Y así. Mil cosas se quedan en el tintero, y podremos ir sumándolas. Ofrezco servicios de consejería, siempre y cuando me inviten. Lo que no estoy muy seguro es si mis amigos que se dan una vueltas por acá y están por pisar el palito, van a pensarlo dos veces antes de invitarme. No vaya ser cosa que sean titular de mi próximo post. Vivan los novios!

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