REVELACIONES CHÚCARAS

Hoy tenemos paro. Un paro nacional como quizás nunca se ha hecho en democracia. Para algunos, una catastrofe, para quienes viven en Santiago, un día para quedarse en la casa y ver lo que pasa por la tele. Porque estamos claros, desmanes van a haber por mucho que los escolares hayan hecho un claro llamado a que sus compañeros permanecieran en sus colegios. Es un día para parar, no para marchar.

Pero ya han salido algunas organizaciones y otros grupetes deleznables como el FPMR, diciendo que hay que salir a la calle y dejar la escoba. Era que no. No hay marcha autorizada, por lo tanto están dadas todas las condiciones necesarias para que hayan enfrentamiento. Ilegalidad en la ocupación de la calzada y tipos aburridos que pretenden pasar una tarde deportiva a punta de piedrazo y carrera.

En Valparaíso se han realizado varias manifestaciones: Marcha de casi diez mil estudiantes por Av. Pedro Montt y ocupación de Av. España por parte de estudiantes de la UTFSM. En ninguna de esas manifestaciones hubo persecuciones, lumazos, detenidos ni heridos. ¿Por qué? Porque las marchas y actos estaban debidamente autorizados, porque no habían carabineros infiltrados provocando a los jóvenes, porque los mismos manifestantes se encargaron de apartar y no dar lugar a los encapuchados que siempre andan buscando la oportunidad.

Sin embargo, y aunque lo de hoy sea algo absolutamente predecible, los desmanes que provoquen unos pocos vándalos y que acapararán las portadas, son el riesgo y el costo que debe pagar la sociedad para poner determinados temas en el debate público. Es imposible pretender que las demandas escolares fueran plateadas con una carta dejada en la oficina de partes de La Moneda. Lamentablemente esta no nunca ha sido una negociación entre iguales. De hecho, de no haber sido por las correrías de los primeros días, esta nunca habría terminado en una negociación ni en los anuncios que vimos por la tele.
Si me preguntan qué prefiero. Vitrinas destrozadas, teléfonos inutilizados, transeuntes con los ojos irritados, cabros apaleados y una Alameda transformada en campo de batalla. O un status quo en que los escolares siguen recibiendo una educación mala e injusta. Prefiero lo primero.

Lamentablemente las revoluciones nunca han sido pacíficas. Zamarrear las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación, no se hacen desde un pupitre y levantando la mano. Pero lo peor que podemos hacer es temerle a la gente. Preferir que estas cosas (las movilizaciones) no pasen por temor a lo que puede traer de yapa (los disturbios). Relacionar miopemente los disturbios con las demandas. Porque por alguna razón, el planteamiento de los escolares han logrado un grado de simpatía generalizado en nuestra sociedad. No es el momento de darle la espalda a nuestros hermanos, hijos, nietos, sobrinos, vinculándolos impajaritablemente con el vandalismo que seguramente se verá hoy en las calles de la capital y seguramente en otras ciudades. No dejemos que el lumpen nos convenza de que no hay que creer en la gente. Los escolares han demostrado una organización y solidaridad que los adultos no han logrado a la hora de hacer presente sus demandas.

Los que saldrán hoy a romper cosas no son los escolares, son los aprovechadores de siempre. No dejemos que lo de hoy monopolice la noticia. Veamos cómo dirijimos esta bola de nieve que comenzó a girar hace casi un mes. Todos nos lo merecemos. Es el momento.

Foto. Sergio Recabarren

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