A pesar de que nadie barrió con nadie, los resultados de ayer en las primarias demócratas pueden haber inclinado definitivamente la balanza hacia un costado.
Mientras en
Indiana, donde se esperaba una victoria de
Hillary Clinton que le permitiera seguir en carrera, se produjo casi un empate en que la ex primera dama superó por apenas un 2% a
Barack Obama.
Mientras, en
North Carolina como era de esperarse, fue el senador por Illinois quien se llevó la victoria con un 56% de las preferencias.
Estos resultados dejan en mal pie a la Clinton, quien ha rehusado dar por perdida la batalla (lo que no va a traer buenas consecuencias para los demócratas) ya que quienes definitivamente van a zanjar las presentes primarias son los superdelegados, quienes se estima terminarán apoyando a quien el conteo de votos otorgue la mayoría parcial. Y el momento en que éstos superdelegados sinceren su preferencia podría darse en cualquier momento, incluso antes de las próximas fechas en una y dos semanas más en West Virginia y Kentucky.
A 189 delegados de lograr lo necesario para ser nominado, Obama sigue siendo la primera opción para correr por los demócratas, y entre más demora la Clinton en aceptar su derrota y bajar su candidatura, serán sólo ellos los perjudicados, creando una rivalidad interior que podría traer tristes consecuencias en las nacionales.
Ayer, sin embargo, Hillary se mostró mucho más cauta en sus discursos, señalando que tanto ella como Obama representaban el cambio que requería EE.UU., fuere quien fuere el representante demócratas que resultara vencedor. Signo de que quizás se tome esta semana para dar el anuncio y permitir que los demócratas se centren sobre quien es el verdadero rival: John McCain.
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