Los diputados DC que formalizaron su renuncia ayer, no pudieron haber elegido peor día. El golpe mediático que pretendían fue absolutamente absorvido por el cambio de gabinete y los renunciados pasaron al olvido sin pena ni gloria.
La cosa es que ayer pasaron a las filas independientes 5 diputados DC que siguieron a su líder Adolfo Zaldivar, recientemente expulsado del partido. El tema no es menor, ya que en la práctica, la Concertación reduce su diferencia de votos con la Alianza a sólo 3 parlamentarios y los renunciados quedan en un especie de limbo donde entran a negociar cada uno por su voto al precio que ellos decidan.
Lo que me interesa es el caso de dos de esos diputados, Eduardo Díaz y Carlos Olivares. El primero está sentado en el Parlamento tras haber sido arrastrado por Eugenio Tuma y haber obtenido un 14,63% de los votos en su circunscripción, mientras el segundo fue arrastrado por Girardi tras su magro resultado de 18,16 (y ojo que en sus dos periodos anteriores no superó el 6% de las preferencias). Es decir, estamos hablando de dos candidatos que simplemente fueron beneficiados por el sistema y las altas votaciones de sus compañeros de lista. Por lo tanto, podríamos decir que el cargo se lo deben al partido que les dio el cupo ya que méritos propios -a la luz de sus pésimos resultados- no tienen mucho. En resumidas cuentas, le deben el puesto a DC. (todos los datos sacados del
servel)
Pero ahora, olímpicamente creen que no deben rendirle cuentas a nadie, deciden no estar dispuesto a obedecer reglas de partido y, aduciendo conflictos de conciencia, no están dispuestos a apoyar los proyectos de su coalición, de su Gobierno. ¿Está mal todo esto? ¿Acaso son reos de sus partidos estos parlamentarios? No, pero los partidos estarán obligados a filtrar mejor a sus representantes, aun más si éstos acceden al Congreso simplemente por haber sido nombrados a dedo y beneficiados por el candidato del lado que en carisma -y supuestamente aptitudes- le pasaba por encima.
Hoy está de moda aquello de los díscolos, no sólo dando cuenta de lo agotada que está la gente al interior de los partidos y la forma de hacer política partidista, sino que también de que quienes -en este caso- parlamentan, poco saben de cómo, por y para qué están en sus puestos, privilegiando carreras personales, egos y confirmando que hoy la política en Chile dejó de ser el arte de gobernar para transformarse simplemente en una colocadora de empleos. - foto_
juanpedrocatepillan- Columna publicada en el blog De la República. -
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