Llegué como a las 02:30 AM a Viña de vuelta, muerto. Pero todo valió la pena. La última vez que
The Police pisó tierra chilena yo tenía 3 años y ni siquiera me acuerdo de haberlos visto en la televisión. Sólo supe después que los habían cortado porque un tipo alto y rubio le dedicaba canciones al innombrable.
25 años después los escucho por primera vez en vivo y pareciera que el tiempo no hubiera pasado. Tres cincuentones se suben al escenario y parecen cabros de veintialgo a la hora de tocar sus instrumentos. El timbre de
Sting parece haber sido congelado durante décadas, porque se mantiene sólido e inmaculado alcanzado notas que yo -que apenas me acerco a los 30- no podría. Otro fenómeno era el batero
Stewart Copeland, simplemente un prodigio en las percusiones.
El concierto de los británicos tuvo eso que te aseguran las presentaciones de los recientes reunidos: éxito tras éxito. No hay lugar para la nueva propuesta y el tema rebuscado. Al igual que
el de Soda, fue un concierto para la galería en que se movieron por el amplio repertorio a su haber. Obviamente extrañé algunos temas que no fueron incluidos, pero la satisfacción de haberlos escuchado tan bien y haber disfrutado el espectáculo visual impresionante que montaron, hace valer más que la pena el precio de la entrada. El que salió disconforme es simplemente un inconformista.
Lo de Beck antes del show fue raro. Definitivamente no es un artista para grandes escenarios. Creo que habría sido mucho más apreciado en un reducto más íntimo. Como buenos chilenos, lo reconocimos sólo cuando se despidió. Durante su presentación en la que intercaló hits con otras no tan conocidas, no logró prender demasiado al público, pero sin duda, teloneros de este calibre se agradecen. Y creo que Beck no lo pasó nada de mal en Chile.
Muy buen show, no sé si el mejor del año. Para eso hay que hacer el recuento, pero definitivamente un lujo que no se tiene muy seguido. - foto_
indichilEtiquetas: conciertos