La noticia política de ayer fue sin duda la sorpresiva renuncia del vocero de Gobierno, Lagos Jr., y su reemplazo por el otrora pregonero Francisco Vidal.
El cambio no se produce en un minuto cualquiera. El reemplazo se da justo después que el presidente de la
CPC, Alfredo Ovalle,
criticara en duros términos a la Presidente en su discurso (
pdf) de la última
Enade. La reacción de la mandataria fue tibia y claramente el discurso la pilló de sorpresa. Quizás su espíritu poco confrontacional la condicionó a no responder en forma más vehemente,
lo que sí hizo al día siguiente en un acto público. Es que creo que el señor de la Producción se fue de madres con una autoridad, tal cual lo hizo Ariztía con Lagos, pero que el caballero del dedo no dejó pasar en ese mismo instante.
Sale Lagos Jr. y entra Vidal, un viejo zorro en estas cosas de la vocerías y claramente una amenaza para la derecha. Rápidamente the Larraín Bros. salieron a lloriquear el cambio metiendo cuco acerca de que Vidal sólo viene a agilizar la intervención electoral que el Gobierno hará todas las elecciones que vengan a futuro.
Si bien es cierto, el Gobierno prometió que no haría repetir el plato a los que abandonaron La Moneda el 2006, también es cierto que los gestos terminan por transformarse en mordazas innecesarias y Vidal sí que sabe de comunicaciones políticas, aunque no sea un santo de mi devoción. Así como Larraín, Hernán celebraba que
los empresarios hayan despertado (esa expresión me trae pésimos recuerdos) habrá que celebrar que hayan puesto a cargo del altoparlante a un tipo que enriele a los gorilas y maleducados de siempre. No se puede andar de riflero desahogándose en público y trapeando el piso con una autoridad, por mucho que no lo esté haciendo bien o no sea del gusto personal de cada uno. Eso déjelo para la sobremesa, con los amigos y los nietos, pero pastelero a sus pasteles, él es un simple dirigente gremial.
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