Ya lo decía
Jorge, qué culpa tienen los antofagastinos. La Corte Suprema
resolvió no remover de su cargo al periodísticamente llamado "juez express", quien a fines del año pasado tramitó su propio divorcio en un poco más de una semana y en su propio tribunal. Pastelazo.
A pesar de que el propio presidente del más alto tribunal
calificó el hecho como de "corrupción", el caso terminó tal cual se podría haber esperado y -
by the way- me atreví a vaticinar en
el post de enero. El juez Cadiz fue trasladado al tribunal de familia de Antofagasta. Este ¿castigo? se viene a sumar a la suspensión de su cargo por 4 meses con goce de medio sueldo (osea no tiene que trabajar y le pagan igual, soñado).
La asociación de magistrados consideró que la falta del juez Cadiz no ameritaban su remoción, debido en gran parte a la intachable conducta que había observado -lo que también se hizo público- y a que como siempre, las defensas corporativas pesan. En fallo dividido la Corte Suprema decidió no expulsarlo y
Antofagasta tiene nuevo juez. No deja de llamarme la atención la decisión de traslado a un lugar extremo como si se tratara de una suerte de ostracismo laboral.
Seguramente lo pensará dos veces antes de volver a utilizar el sistema para beneficio propio. Creo que uno no es quién para dudar del arrepentimiento de Cadiz, pero aquí no se aplicó el principio de responsabilidad. El juez las cagó y debió asumir las consecuencias de haber hecho lo que hizo y si eso significa perder el cargo que desempeñó intachablemente hasta antes de aprovecharlo para beneficiarse, debió haber sido removido. Mala señal de la justicia. - foto_
mía.
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