A fines del mayo del año pasado, los escolares comenzaban a hacer noticia. Noticia que ocuparía gran parte de la agenda durante el mes de junio. La revolución de los pingüinos, le llamaron.
En esta bitácora
dedicamos varios post al fenómeno. No estábamos frente a la misma marcha de todos los años contra la educación. Esta vez los que marchaban no vestían capuchas ni caminaban con un tetrapack en la mano. Esta vez los que protestaban lucían uniforme y las insignias de sus colegios bien puestas en el vestón.
Muchos los menospreciaron. "
Pendejos ingnorante" fue el calificativo de un par de comentaristas de la actualidad dominguera en Chilevisión, pero los mismos escolares se encargaron de hacerlos pensar dos veces antes de repetir tamaña ofensa. El lenguaje usado, el poder de sus consignas, la evidencia de la crisis, el liderazgo de sus dirigentes y la honestidad -ajena a intereses personales- con que plantearon el tema demostraron que había una razón para que todo esto sucediera, aunque parte del precio fueran varias vitrinas, semáforos, paraderos y kioskos rotos. No se trata de justificar la violencia, simplemente asumir los costos de un levantamiento popular, donde las cosas pueden descontrolarse.
Ayer la Presidenta firmó el
proyecto de ley que pretende acabar con la famosa LOCE y crear una nueva institucionalidad y marco legal para la educación chilena.
Ayer, los pingüinos sentados detrás de Bachelet, lucían sus pechos inflados y sonrisas disimuladas. Saben que lograron algo histórico que quizás ni ellos se imaginaron. Lo que los universitarios no lograron en décadas, los colegialos lo hicieron en un mes en que lograron movilizar a cientos de miles de compañeros sin distinción de clases sociales. Paralizar a un país completo y obligarlo a comentar lo que estaba pasando.
Hoy se ven los resultados y la discusión se trasladará a Valparaíso donde pondremos a prueba a nuestros representantes para ver si están a la altura de las circunstancias y logran darle al país una nueva Ley General de Educación, mientras se esfuerzan por no perder el sillón al que parecen apernados hace años.
Me da una suerte de orgullo ver a esos escolares. También cierta envidia de no haber sido parte de eso. Nosotros como universitarios no pudimos, pero estos cabros chicos lo lograron y todo el país debería estar orgulloso de ellos. Hay que sacarse el sombrero y continuar atentos. -
foto_kikobenitez.
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