Ayer me dijeron que este blog estaba guateando. Que antes iba más al hueso. Que ahora era mucho relleno, mucho disco y publicidad y pocas nueces. Que el que Tomás Huerta no comentara era un signo de algo. Que mucha Linda, mucho Bombón, mucha Scarlett y poco fondo. Mmmmm, pero bueno, como la crítica venía de buena fuente, me la tomo en serio y me pongo a pensar... Revelaciones Chúcaras, quo vadis?
Así que como Pinochet ya no es excusa para dividir aguas y hacer carraspear a los de siempre, me agarro de una buena conversa que tenía con mi viejo ayer, a propósito del
caso de Piergiorgio Welby, el italiano que fue desconectado de la máquina que le permitía respirar, lo que le provocó la muerte y el
supuesto caso de eutanasia en Los Andes (a todo esto, no puedo creer que a las niñas se las haya
formalizado sin siquiera saber cuál es la causa de muerte de la señora, sólo porque alguien dijo que las vio... insólito).
Todos tenemos una noción de lo que significa
eutanasia. Hay varios casos como el
Terry Schiavo o el de Ramón Sampedro, que dio origen a la película
Mar Adentro. Pero todos los casos son distintos y no en todos se puede aplicar el concepto de eutanasia.
El tema finalmente es, se puede o no disponer de la propia vida. Podemos o no hacer o dejar de hacer para cumplir con la voluntad de quien quiere poner término a su vida. Podemos o no determinar cuándo es conveniente que una persona, enferma siga viviendo y cuando es mejor dejarla morir. Podemos obligar a otro a prolongar una vida de quien está enfermo y va en franco deterioro.
Todas esas preguntas no tienen una sola respuesta y claramente no me gustaría estar en ninguno de esos casos. Pero lo cierto es que pasa, sucede y quizás algún día estemos postrados en cama sin poder tomar decisiones sobre nosotros mismos. O en circunstancias de tener o no que decidir si prolongamos artificialmente la vida de alguien o dejamos que la naturaleza haga lo suyo.
Evidentemente que cuando estamos con todas nuestras facultades el disponer de nuestra vida o no, no pasará de un reproche moral. Nadie está en condiciones de juzgar a quien dispone de su vida, sino que sólo a preguntarse qué hizo o dejó de hacer para que esa persona llegara a ese extremo. La cosa se pone gris cuando los afectados o bien no tienen real consciencia de lo que les sucede o bien tienen una clara voluntad de disponer de su vida, sin poder expresar esa voluntad por sí mismos. Peor aun cuando cada caso lo analizamos siendo el afectado algún pariente o amigo cercano. ¿Qué hacer?
Estoy absolutamente en contra del encarnizamiento terapéutico. Es decir, mantener a una persona artificialmente viva, cuando sus signos vitales dependen exclusivamente de esa técnica. Tiendo a pensar, aunque algo más timidamente, que apoyo las mociones de Sampedro y Welby en el sentido de querer terminar con una vida que les hace infelices. En el resto de los casos, me parece que siempre habrá demasiados matices. La edad, la enfermedad, la expectativa de vida, las condiciones en las que puede mantenerse en vida una persona. Al final el buen morir es algo a lo que todos deberíamos aspirar, pero ¿qué significa eso? -
Sitio de Piergiorgio Welby.
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