El lunes en la noche fui a ver la última película de
Boris Quercia y salí con un sabor amargo del cine.
Me resisto a creer que los éxitos de taquilla chilena estén restringido a la formula casi agotada de retratarnos a los chilenos en nuestra mediocridad, pasividad e inegnuidad patética, de la que se aprovecha el guión de esta
wevada de película (entiéndase no en sentido despectivo, sino en el contexto lingüístico de la misma, ah?).
La historia es del todo predecible, ya que Quercia se ha dedicado a contarnos la película en la prensa, tv y radio, por lo tanto, fui al cine con la extraña sensación de que no había nada de que sorprenderse, salvo por el cuerpazo de la modelo peruana
Angie Jibaja.
Las actuaciones, incluida la de Quercia, que (digámoslo) no tiene que esforzarse mucho para parecer huevón, son bastante discretas, sobre todo las de la modelo y el guardia amigo de El Rey. Se salva la Tamara Acosta que, bueno, es actriz.
Me incomodó al punto de molestarme el excesivo
placement utilizado en la película. No concibo el que la única forma de financiar cine en Chile sea restregándonos en la cara el rol que cumple Banco Estado en todo esto, o el esfuerzo enfermante para que nos quede claro de que si no fuera por Capel, Tapsin y Tur-Bus, esta cinta no sería posible. Me molesta. Hay buenas película chilenas (de las últimas) que no han necesitado toda esta parafernalia comercial metida burdamente en cada escena (acuérdense de los patitos... acuérdense no más).
Al final
El Rey de los Huevones tiene de huevón el nombre, nada más. Es un experimento más que probado. Seguramente será un nuevo éxito de taquilla de la mano del recurso más manoseado en nuestra industria fílmica de los últimos tiempos. La chabacanería con toques seudo sociales, donde se recurre a una supuesta idiosincrasia chilena que siempre tiene clase social y gustillo a consuelo perno de que "es lo que hay".
Sorry Boris. Aquí su
blog. En
cines a partir de hoy.
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