Cuando la micro es linda y va para donde los mejores van, todos quieren subirse. Pero uno se puede subir a la micro de distintas formas. Para manejarla, para ir sentado mirando por la ventana, para ir parado al borde de la puerta procurando no caerse, de vendedor ambulante o trovador improvisado.
Desde hace ya un tiempo se viene hablando de la revolución tecnológica en la que Chile pretende embarcarse. Con esa manía que tenemos de crear conceptos a punta de dos o más sustantivos juntos, se habla de Chile-Digital. Colegios, servicios públicos y la señora Juanita. Todos tenemos que estar alfabetizados digitalmente. Una especie de vuelta al colegio para que nos enseñen a leer y escribir en este nuevo idioma de la informática. Pero ¿qué significa esto de la alfabetización digital?.
Los primeros en percatarse del fenómeno tecnológico en otras latitudes pensaron “en Chile se van a enterar el día del níspero de esto”, y comenzaron a mover hilos y fondos para iniciar la tan ansiada revolución del tarro.
Atina Chile, a cargo del Senador
Flores, fue de las primeras organizaciones que comenzaron a poner el tema en la agenda y a desarrollar actos en torno a él. Desconozco el
lei motiv de la organización, y tengo mis reservas, unas prejuiciosas y otras fundadas, en cuanto a la persona del otrora ministro de Allende.
Me atrevo a decir que, como tantas otras veces, los fenómenos foráneos se importan a Chile sin adaptar las metodologías a nuestra cultura. Pasó con el modelo económico de pizarra que se impuso en este país. Pasó con el sistema de educación, el de previsión y otro tantos más.
De nuevo ¿qué es esto de la alfabetización digital? Yo creo que es algo más que tener un blog y saber poner un link en él, algo más que poner en línea cientos de colegios para que sus alumnos puedan chatear entre sí. Algo más que aprender a utilizar el corrector de ortografía del word o a rellenar las celdas del excel. Creo que se parte de un concepto errado. En chile el número de alfabetizados es altísimo, pero no podemos decir lo mismo a la hora de cuantificar a quienes entienden lo que leen. Lo mismo pasa en la tecnología. No sacamos nada conectando a medio mundo y linkeandonos todos juntos. El tema, al final, es que las personas sean capaces de entender y de saber utilizar los recursos que ofrece la web (que son muchos, simples y sofisticados). Saber que en la red puedo no sólo publicar autorretratos en flickr o leer LUN. Saber que puedo efectivamente realizar campañas que van desde
financiarme el hosting de la página que leen cientos de personas a diario a través de paypal, hasta
algún día lograr que la recolección de firmas digitales permitan elevar un proyecto de ley en el Parlamento.
De las declaraciones de intenciones del
Sence, organismo del Estado que lleva la voz cantante en materia de alfabetización digital, que la
define como un “esfuerzo emprendido por el Gobierno de Chile”; o la de la Fundación
Mercator, mano derecha del Sence en esta materia, y que la
señala como una “gran preocupación social”, no logro enterarme de qué es la famosa alfabetización. Al menos, como contribuyente y por lo tanto financista de estas campañas, no me interesaría que la alfabetización digital quedara reducida a unos cuantos cursos para enseñar a utilizar
Blogger, o para conversar y sobarse las espaldas acerca de la
blogger way of life, y charlas sobre la obsesión por dar banda ancha a todos, sin percatarse que en Chile existe prácticamente un monopolio (de VTR) a la hora de proveer de conectividad y que estamos lejos de realidades como las de
Korea. Al final de cuentas, ¿alguien sabe qué es la alfabetización digital?