Esa mañana estaba medio chato ya. El día no llevaba más de cuatro horas y habíamos repasado todos los pintores impresionistas, técnica pictórica que no me gusta para nada. Del D'Orsay nos fuimos al
Pompidou. Me aprestaba a otro par de horas pasando de pintor en pintor (y como dije, a mi la pintura no me atrae tanto como otras expresiones artísticas). Pero nada, fuimos, subimos hasta el último piso, donde está el museo, pasillos largos de paredes blancas y una escalera mecánica que llevaba al segundo. Ahí caminando y a unos pasos de la esalera, a manos derecha me lo encontré (esto fue en julio de 2001, por lo que la ubicación puede haber cambiado.
Sue, tu que fuiste a hace poco, puedes rectificarme). Es uno de los pocos pintores que admiro, y que esa mañana me hizo temblar con doce puntos negros, una raya roja y un fondo azul irregular. Eso bastó para sentir lo que yo pensaba que no tenía. Eso que me pasa cuando escucho música, eso que me pasa cuando veo un concierto y miro a la gente como goza con la música.
Mi viejo me sacó la foto junto al cuadro, que tenía casi mi estatura. Mi cara demostraba lo que me pasaba. Eran como esas mañanas de 25 de diciembre cuando abría regalos y era justo lo que esperaba. La foto no la publico por pudor. Pero lo importante es que hoy se conmemoran 113 años del natalicio de
Joan Miró, este catalán que, además de pintor, fue escultor y ceramista. Uno de los grandes exponentes del
surrealismo, y que tenemos el honor de tener junto a otros dos grandes en la
Estación Mapocho. Ya iré a verle y recordar como fue ese momento hace 5 años, como si el tiempo no pasara, porque cosas como éstas, te transportan.