Y DELE CON QUE NO ES EL MODELO
Published 08 noviembre 2005 by Rodrigo | E-mail this post
El domingo veía Tolerancia Cero y escuchaba a Melnick (que me carga y echa a perder el programa) diciendo que todo lo que pasa en Francia, y lo que ha pasado en Chile (me explicaré) no tiene nada que ver con el modelo económico, el que estaría bien y habría que dejarlo tranquilito no más.
Hace un tiempo, me sorprendió en las noticias saber de la reacción de los alumnos de un colegio de Concepción, que destrozaron el establecimiento cuando supieron que se lo cerrarían por mal estado. Lo mismo pasó con un grupo de personas pertenecientes a una toma de La Florida, que al enterarse de que unas casas serían asignadas a gente de Peñalolén, destrozaron las casa y las dejaron inutilizables.
Las reacciones de Francia y Chile tienen en común la extrema violencia con que ha actuado la gente. Parece haber consenso en que se trata de una ira y rabia acumulada, en la que ha bastado una chispita para que se desate una agresividad sin límites y que no tiene respeto por nada ni nadie.
¿Y me van a decir que el modelo no tiene nada que ver? Según lo entiendo, el modelo económico es esencialmente excluyente, en cuanto se basa en la oferta y la demanda, y a pesar de que los tecnócratas se esfuercen en convencernos de que la clave del modelo está en la igualdad de oportunidades, resulta que mucha gente (la mayoría del planeta) no puede transformar sus necesidades en demandas, ni su capacidad productora en oferta, por lo que queda absolutamente excluido del modelo.
La exclusión genera la marginalidad, que se ve sólo matizada por políticas estatales que tienen, muchas veces, más características de caridad que de otra cosa. A la sociedad se le educa a ser caritativos, más que ser solidarios. La absoluta indefensión en la que está la gente excluida genera ese resentimiento por el cual alguien es capaz de quemar un auto, o romper una casa. ¿Qué posibilidad hay de salir de esa situación? Poca, creo.
Me dirán que una cosa es sentirse excluido, marginado, y otra es reaccionar con violencia, que no se justifica. Ok, de acuerdo, no se justifica, pero se explica en la medida que el modelo es violento. La gente se trata mal, la explotación laboral, los padres tratan mal a sus señoras e hijos, el jefe trata mal a sus empleados, el micrero trata mal a sus pasajeros y al resto de los automovilistas. En general vivimos en una sociedad tremendamente violenta, pero una violencia que no sale en las noticias, entonces nos espantamos porque una tropa de niños entra disparando a una casa. De qué otra manera van a entrar si la sociedad les ha enseñado que para hacerse respetar (o para generar el miedo que requieren para lograr lo que quieren) es necesario violentar, patear, matar. Somos nosotros mismo, en nuestro trato, los que estamos dando lecciones de violencia.
¿Solución? Si la tuviera, seguramente no estaría escribiendo en este blog. Pero supongo que el primer paso es darnos cuenta que nuestro trato confabula a que nuestra sociedad sea más violenta. Que nuestras costumbres hacen que quienes se sientan un domingo por la noche a defender el modelo en TV, sean lo suficientemente obtusos y ciegos como para darse cuenta que el modelo no es perfecto, es más, que es injusto, y que no hay una voluntad (seria) de poder modificarlo. Porque al final, nadie de los beneficiados quiere dejar de ganar lo que está ganando, y que es mucho.
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