Pasó Aisén y ahora, de a poquito, los medios comienzan a prepararnos para la nueva catástrofe natural que azotará Chile y nos obligará a preguntarnos si vale la pena seguir viviendo en un país en que la naturaleza se ensaña con su quienes la habitan.
El
Volcán Llaima se pegó unos estornudos y tiró un par de cenizas y se desató la paranoia. Periodistas aburridos no hayaron nada mejor que sacar a la gente de sus casas y advertiles de los potenciales peligros a los que se están exponiendo por vivir a kilómetros de kilómetros del "macizo".
Una notera de TVN, con micrófono en mano le pregunta a una señora melipeuquina entumida de frío qué siente. Ella responde que
no sae' pa' qué lao' arrancar de producirse la erupción, mientras se observa el volcán al fondo a una distancia que fácilmente le daría un par de días a la señora para sacar sus cosas de la casa, si es que tuviera que.
Sin embargo, uno extraña que los medios, con la tecnología que tienen hagan unos de esos monitos tridimensionales con que recrean accidentes de tránsito y mostraran según datos topográficos (no sacados de wikipedia) por dónde debería bajar el afluente de lava y hasta dónde llegaría, para luego indicar cuántos son los habitantes de las comunas aledañas al volcán, que se podrían ver afectadas por el paso del río. Nada. Mejor dejar todo en la nebulosa desinformación y dar paso a los especuladores histéricos.
Ya veremos a políticos exigiendo se declare la zona como de catástrofe aunque aun no haya erupción alguna, en vez de poniendo las cosas en su lugar y con las dimensiones que corresponde. Chile es un país telúrico y volcánico, nada que hacer. Pero no, la alarma vende más, como siempre. - foto_
mono andes.
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