No sólo en Chile mediados de septiembre es sinónimo de festejos, parranda y mucho, pero mucho alcóhol. En medio de la selva negra, en München, Alemania, se está celebrando desde el 16 de septiembre y hasta el 3 de octubre, el famoso
Oktoberfest. Originalmente el festejo del matrimonio del príncipe Luis I de Baviera, hoy la perfecta excusa para tomar litros y litros de cerveza durante varios días. Los
pretzel y las
Wurst están a la orden del día, mientras dentro de las miles de carpas gigantezcas que albergan a los cientos de miles de visitantes, toman y toman jarrones de cerveza que son llevados por una teutonas o, a veces, por unas valquirias bastante agraciadas que llegan a transportar en una sóla tirada 10 jarrones de dos litros de cerveza.
El 2001 estuve allá. La cosa es similar a una caminata por el Parque O'Higgins en dieciocho, pero todo ordenado y limpio. Nuestras ramadas son reemplazadas por verdaderos gimnasios en cuyo interior hay cientos de mesas situadas alrededor de un escenario donde un conjunto toca y canta las canciones típicas del pueblo bávaro. Pero nada, son los litros y litros de cerveza acarreados en estos tremendos jarrones lo que se lleva la película. Yo me traje el mio (niños, no lo repitan).
Estos templos de la cerveza son complementados con juegos y largas filas para los baños. Todo acompañado de muchos cabeza de pollo haciendo escándalo o simplemente botados a medio camino. Todo para irse mareado a tomar el tren y despertar al otro día con un tremendo hachazo. Igual que acá.
Prost!
Vea un set de Oktoberfest en
mi flickr.
Oktoberfest en Wikipedia.