La muerte se ha venido a dar unas vueltas por mi casa con malas noticias. Nunca me han gustado las noticias que me trae y supongo que nunca me gustarán. Hoy vi pasar por mi lado a un grupo de afligidos que llevaban a duras penas a quien lloraban. Fue triste, porque no hay explicaciones que valgan, porque uno es incapaz de dar consuelo, porque no sabes qué decir cuando abrazas, cuando sabes que no hay nada que decir, pero que ese beso en la mejilla, que se da con fuerza y cariño, que esa mirada a los ojos sin pronunciar palabra, vale más que muchos discursos. Dije hace unos días, qué fácil se va la gente... y sí, no hay nada qué hacer más que disfrutarlos antes del viaje.