IDEAS SIN CORCHETES NI HOTMELT
Hace un buen tiempo que no me daba las horas para ver buen cine. El fin de semana y antes de partir a la capital me di un festín de “cine en su casa”. Tres muy buenas películas que quiero recomendarles. De otra manera no tendría sentido este post a menos que esta bitácora no fuera más que un vil diario de vida (vil no por el formato sino por el protagonista).
La primera cinta fue “La Marcha de los Pingüinos”, documental francés de Luc Jacquet y que ganó este año el premio al mejor documental de la National Board of Review. A lo más National Geographic, la cinta describe un año normal de estos alados animales, en un formato de “voz en off” como si las aves de smoking hablaran. Tiene una fotografía que no da respiro para dejar de sorprenderse y a ratos uno piensa que todo esto es obra de Pixar, pero no. Proviniendo de distintos puntos del desierto antártico, miles de pingüinos llegan al mismo tiempo y sin invitación alguna, a juntarse en un valle donde procederán a aparearse. Luego de elegir pareja, pelearse la de otro, copular y producirse el alumbramiento, la doña se manda a cambiar a alimentarse al océano y deja al don 4 meses parado y con un huevo entre las patas (todo un estoico). Luego de soportar todo el invierno sin comer, y justo cuando nace el crío, llega la doña a regurgitarle al peluche para que se alimente. Por fin puede el don emplumárselas a alimentarse, mientras la iñora se hace cargo del peque hasta que es capaz de lanzarse al agua y continuar el ciclo vital. Si ok, puede parecer una lata que se ve en Discovey, pero no. Tremendo documental. Véanla y de ahí se queja.
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La segunda película la quería ver desde hace tiempo. La conocí luego de ver el video de la canción The Great Beyond de REM donde aparecía Jim Carrey haciendo de estúpido, pero hubo algo en esa estupidez que me llamó la atención... lo mismo que la letra de la canción. En fin. Logré conseguirla y la vi. Se llama (al igual que otro gran tema de los atenienes de Georgia) “Man on the Moon” y cuenta la historia del polémico comediante norteamericano Andy Kaufman, quien se hacía llamar Tony Clifton y Baji Kimran. Este incomprendido artista fue todo un reto para los productores de televisión quienes simplemente no podían poner atajo a las excentricidades del tipo este, quien podía llegar a organizar un wresteling televisivo y absolutamente misógino, trenzarse a golpes en vivo en el show de David Letterman, o romper un set de televisión. Kaufman no le era indiferente a nadie y luego de desarrollar una extraña enfermedad muere, aunque se diga que aquello no fue más que una de sus temibles y sarcásticas bromas y que aun se le puede ver presentándose en shows en Las Vegas, bajo algunos de sus alias. El tipo es un personaje y Carrey lo personifica perfectamente. Gran obra de Milos Forman, el mismo director de Larry Flint. Véala y no sea grave.
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El tercer y último film lo vi acto seguido a lo de Carrey. Fue un descubrimiento de hace poco y se debe a mi obsesión por saber más de las cosas que me interesan. Se trata de la tercera cinta de Paul Thomas Anderson, del cual he hablado en varias oportunidades. Hard Eight es la historia de un Sydney, un viejo que por esas cosas de la vida (strange things happen all the time, diría el narrador en otra de sus películas), decide ayudar a John Finnegan, un tipo sin mucha suerte que yace sentado afuera de un café luego de una mala semana en Las Vegas. Luego de una rápida conversación, se convertirán en grandes amigos, más que amigos, familia. Le dará trabajo y hasta le hará “gancho” con una linda mesera llamada Clementine. Sin embargo el diablo siempre mete la cola y ese tipo de vulgar labia que conocería fortuitamente en un bar se podría haber convertido en la piedra de tope para la felicidad que Sydney tenía planeada para John. Así, luego de un extraño suceso lo verá partir como un hijo mientras arregla las cosas con esa morena barrera. Todo finalmente tiene un extraño fundamento. Uno que no sería capaz de imaginarme sino hasta el final de la cinta que termina con el viejo, tal como comenzó, fumándose un cigarro, con las mejores intenciones y no habiendo podido sacar nunca ese preciado doble cuatro (hard eight). Véala y sonría.
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Tres buenas películas que nada tienen que ver una con la otra. Tres buenas cintas para sentarse a ver en el living de la casa, en la pieza antes de dormirse, en el home theater o en la 14’ pulgadas. Solo o acompañado. Con el Pop Corn y la Coke o con un sanguchito de jamón y la leche con chocolate. Que comience la función. Me cuentan.