No debe haber chileno que no se haya enterado de
la muerte del periodista Julio Martínez, salvo los que viven cerca del Llaima, que tienen cosas bastante más importantes de las que preocuparse.
El asunto es que veía en tv algunas de las muchas reacciones de la gente entorno al hecho y me llamó la atención el que informaran que de madrugada comenzaba ya gente a situarse afuera de la iglesia donde estaba siendo velado, para poder visitar su féretro. O que cuando entrevistaban a una señorita, ella declaraba que JM era para ella como un padre, con quien ella había crecido y eso.
Ahora se puede ver en directo el cortejo y el funeral al ex comentarista deportivo y no puedo evitar pensar en que esta escena la he visto antes. Otras muertes también han despertado en el último tiempo una inusitada emocionalidad en un pueblo que se caracteriza por su parquedad e indiferencia, entonces ¿de dónde le sale a la gente tanto afecto?
Quizás perdure aun en muchos esa necesidad de admiración, sobre todo en un país que se caracterizaba por los caudillos que movían masas. Hoy, al no existir más esas figuras, tendemos a buscarlos en aquellos personajes que nos brindan las pocas satisfacciones nacionales con que el noticiario nos alegra de vez en cuando. No olvidar que cada triunfo deportivo se celebra más que si todos nos ganaramos el Loto juntos. Entonces ¿será simplemente que el pueblo está falto de cariño?
Pienso qué muerte de algún personaje conocido o importante pudiera afectarme al punto de querer ir a despedirme de él a la iglesia o acompañarlo en su funeral, y la verdad es que no logro pensar en nadie. Sigo sin entender cuál será esa sensación que hace aflorar en tanta gente, la forma más primitiva de emocionalidad que se traduce en un afecto que poco entiende de razones y que más bien, parece responder a un impulso descontrolado por ser parte de la noticia de la semana.
Sin pretender siquiera desmerecer el aporte de JM al periodismo nacional, ni empequeñecer la lamentable pérdida que significa para amigos, colegas y familiares, simplemente me parece que la reacción popular ha pecado de exagerada -como tantas otras veces-. Sigo pensando que se trata de un momento de catarsis en que tantos que no pueden expresar cariño a los que tienen más cerca, terminan por volcarlo todo ante un "desconocido" de quien al menos no recibirán una mala cara.
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