Ayer comentaba con una amiga sobre la pena que daba la noticia que
se publicó en El Merculo, en la que se detalla la eventual venta del
paño de terreno ubicado justo en el centro de Viña y donde hasta el día de hoy se ubica el colegio
SS.CC. Padres Fraceses de Viña del Mar (mi ex colegio), el cual se trasladará a una nueva ubicación en el sector de Miraflores Alto.
Desde diciembre de 1920 ese edificio albergó a varias generaciones de estudiantes, muchos de ellos personajes de la vida pública chilena (como sucede con muchos otros colegios chilenos). Hoy, ese llamado progreso, da paso a una venta de casi una cuadra entera para que en el lugar seguramente se construyan algunos edificios de departamento y quizás oficinas.
No se trata de oponerse al cambio y desarollo económico, simplemente se trata de manifestar la nostalgia de ver cómo las cosas se van cayendo a pedazos para pasar al olvido, sin memoria, sin historia. El resultado es al final, una ciudad llena de torres de concreto sin mucho sentido estético que se pelean cada centrímetro de suelo por aumentar las plusvalías y las cuentas corrientes de sus dueños. - foto_
frankhHoy también se produce un hecho que conlleva nostalgia. La versión porteña del decano de la prensa,
publica hoy que el clásico
Café Riquet servirá sus últimas tazas de té y café. Sus últimos sandwichs y tortas, porque a partir de esta noche se bajan indefinidamente las cortinas metálicas del tradicional local porteño.
Nuevamente una inmobiliaria pretende desarrollar un nuevo proyecto gastronómico y turístico y no queda más que la nostalgia de ver partir a meseros a los que se le debían sueldos e imposiciones, pero que aun así te servían la once con la sonrisa en la cara y una disposición que hoy poco se encuentra en otros lugares.
Dos lugares que se van para dar paso al progreso y a los nostálgicos no nos queda más que subir los hombros.
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