Cuando me iban a dejar al colegio, por allá en los ´80, teníamos que cruzar la línea del tren para pasar al otro lado de Viña (el tren no iba por abajo como ahora). En la estación de Chorrillos, junto a una pequeña y destartalada caseta, había un poste desde el cuál salía un péndulo que avisaba cuando venía el tren. Pare, Mire y Escuche, era la orden para esos efectos.
Eso es lo que hay que hacer a veces. Parar, mirar y escuchar. Darse cuenta de todo lo que pasa alrededor de uno. Ser conciente que uno vive constantemente en un limbo de problemas, preocupaciones, superficialidades domésticas y cotidianas que nos hacen olvidar por y para qué estamos y hacemos. Esa era la idea de la pausa. Descansar, más que del teclado, de la rutina, de las obligaciones autoimpuestas, de las expectativas que sólo existen en la cabeza, de tantas cosas. No estuve para las 40 mil visitas a esta bitácora. No estuve para las 6000 visitas en
mi flickr, bajé en los super rankings de popularidad de blogs (¿?), pero me di un gusto., y darse gustos será parte de mi nueva rutina, porque lo acepto, no puedo vivir sin una. Pero será una rutina conciente, no mecánica.
Se me viene a la mente algo que escribí hace mucho. En un momento parecido, pero eran otros tiempos, otras circunstancias, otras personas. Aun así lo leo hoy y me dice algo. Que somos más predecibles de lo que creemos, pero que tenemos la capacidad (no muy desarrollada) de escarbar en la superficie y pasar al otro lado, no pensar tanto cuando no hay que pensar y, finalmente, darle sentido a lo que nos pasa y a lo que hacemos. He ahí la clave.
Les dejo el texto por si alguien si quiere dar la lata, sólo haga click en la foto de arriba o
acá.