No sé cómo lo hacen en los medios tradicionales, pero me pregunto cómo editorializan los programas de reportajes y denuncias que, por hoy, se multiplican en los canales de televisión y reditan buenos ratings.
Recuerdo que cuando exploraba en las lides editoriales, a una reunión con el editor donde se decidía el tema y se explicaba el enfoque, se le sumaba un seguimiento al artículo para que fuera por la línea que nosotros queríamos. Finalmente nuestro seguimiento tenía más o menos éxito y terminabamos publicando lo que venía, por un tema de tiempos y porque para exigir, hay que pagar, y ese no era nuestro caso. Pero todo tema tenía un sesgo, había sido elegido por algo, y dar el batatazo no estaba dentro de nuestra paleta de criterios a tomar en cuenta.
A propósito de los reportajes sobre los estudiantes del barrio República, los ambulantes de los alrededores de la Vega, y recientemente los problemas de la educación en Contacto y otros, me pregunto cuál será el sesgo periodístico con el que se encaran esos temas. Porque debiera haberlo. La información entregada nunca es objetiva, muy por el contrario, es la forma más subjetiva que tenemos de hacernos de una realidad que ya viene distorsionada por nuestros sentidos y capacidades, y es amasada para ser entregada de una manera (querámoslo o no) distinta a como realmente es, a una serie de personas que la filtrarán según sus sentidos y capacidades. Es decir, la tarea de informar es un poco como el juego ese en que cada uno le decía al oido algo que finalmente terminaba siendo cualquier cosa.
El esfuerzo debe ir por la intersubjetividad, es decir, tratar de dar varios puntos de vistas válidos (y me refiero a la validez que dan la solidez de la argumentación y el sentido común), y tratar de previamente consensuar verdaderos síntomas de lo que se quiere denunciar, o líneas editoriales de lo que se quiere reportear.
Al final, y ya que en tv el tiempo es oro, muchos reportajes terminan siendo una mezcolanza de situaciones puntuales con los que los televidentes intentan sacar conclusiones a partir de especificidades que están lejos de reflejar un fenómeno, a menos que lo que se pretenda sea simplemente lograr la atención sobre hechos conocidos, pero que impactan por la frialdad con la que se muestra algo que normalmente sucede a oscuras y anónimamente.
Creo que hay buenas intenciones en las empresas en las que se embarcan departamentos de prensa, periodístas, camarógrafos y demás técnicos que toman parte de un reportaje, pero se peca de simplismo, no por falta de capacidades, sino por falta de preocupación de quienes están dirigiendo esos grupos, esos departamentos. Y claro, alguien podrá pensar que aquí se quiere atentar contra la libertad de expresión y la independencia, y no es el caso, no hay paternalismo, sino que lo lógico sería que quienes editan, dirigen y producen sean personas con un acervo periodístico, una capacidad de crítica y lucidez especialmente aguda, que no teman editorializar y darle un sesgo específico los trabajos. Mal que mal lo que se extraña muchas veces, es la agudeza que a uno se le asoma cuando ve estos reportajes y que lo hacen pensar, si yo tuviera los medios, lo haría distinto. Pero decirlo es fácil, la otra es hacerlo ¿cierto?